En este fin de semana, iniciando un nuevo mes que muy bondadosamente nos regalas, queremos ponernos en tus manos y bajo la protección y el auxilio de Nuestra Madre Santísima. Danos la gracia de tu amor y generosidad y permite que nuestras buenas obras y acciones cuenten con tu presencia y sean bendecidas en tu bondad.
Nos cuesta ser agradecidos contigo y con el Padre. No acabamos de creer que con lo que nos das nos sobra y nos basta y buscamos la felicidad en otros lugares, sin darnos cuenta de que la tenemos más cerca de lo que pensamos. No siempre tenemos una mirada de niño como la que alabas hoy. Una mirada de niño no es una mirada infantil, sino una mirada limpia, alegre, sincera, abierta, que se deja sorprender. Gracias, Señor, por tomarnos entre tus brazos y bendecirnos. Que tengamos en nuestros pasos por recorrer, sentimientos de verdadero servicio y entrega en humildad y sencillez. Danos la pureza de corazón de un niño y su sinceridad. Amén.
Hoy primer sábado de mes, Santo Rosario y Eucaristía por nuestras familias, nuestros enfermos y nuestras necesidades personales. Santo fin de semana lleno de felicidad e inicio de mes con éxitos familiares y profesionales.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
«El que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él» (Mc 10,15). Esta es la novedad: el discípulo no solo debe servir a los pequeños, (…) Es el primer paso para abrirnos a Él. Sin embargo, a menudo nos olvidamos de esto. En la prosperidad, en el bienestar, vivimos la ilusión de ser autosuficientes, de bastarnos a nosotros mismos, de no tener necesidad de Dios. (…) esto es un engaño, porque cada uno de nosotros es un ser necesitado, pequeño. Debemos buscar nuestra propia pequeñez y reconocerla. Y allí encontraremos a Jesús. En la vida, reconocerse pequeño es un punto de partida para llegar a ser grande. Si lo pensamos bien, crecemos no tanto gracias a los éxitos y a las cosas que tenemos, sino, sobre todo, en los momentos de lucha y de fragilidad. Ahí, en la necesidad, maduramos; ahí abrimos el corazón a Dios, a los demás, al sentido de la vida. Abrimos los ojos a los demás. Cuando somos pequeños abrimos los ojos al verdadero sentido de la vida. Cuando nos sintamos pequeños ante un problema, pequeños ante una cruz, una enfermedad, cuando experimentemos fatiga y soledad, no nos desanimemos. Está cayendo la máscara de la superficialidad y está resurgiendo nuestra radical fragilidad (…) precisamente en la fragilidad descubrimos cuánto nos cuida Dios. (Ángelus, 3 de octubre de 2021)
REFLEXIÓN
Ayudemos a nuestros pequeños viviendo también nosotros la infancia espiritual, anhelando los brazos amorosos de nuestro Dios. Siendo para ellos un ejemplo vivo de sencillez y alegría. No los expongamos anticipadamente a situaciones que los confundirán y no les permitirán vivir en plenitud su niñez; dejemos que sean "verdaderamente niños" y que disfruten de los brazos amorosos de su Padre del cielo. Protejamos la inocencia de nuestros niños y nosotros mismos hagamos un serio esfuerzo de regresar a la transparencia que le es propia a esta edad de la vida.