Día de descanso, día dedicado a Ti y a nuestras familias. Dedicado para retomar fuerzas y hacer cosas que hagan posible nuestra felicidad, compartiendo nuestro tiempo y quehaceres con los que amamos. Gracias por alegrar nuestros corazones y enseñarnos a ser generosos. Hoy nos muestras el camino de la generosidad y ante todo la confianza en tus palabras: “Dios bendice y multiplica nuestra generosidad”. Esto nos lo muestras en las lecturas de este día: La viuda debió pensar que total daba lo mismo morir un poco antes que un poco después y con esa generosidad que sólo los pobres tienen, compartió lo poco que tenía con Elías. La respuesta fue el milagro: ni el aceite ni la harina se terminaron. Nos demuestras la generosidad del Padre celestial. Él es generoso con nosotros, pero nosotros con frecuencia hemos sido tacaños con otros a la hora de compartir nuestro amor y nuestros bienes. Ayúdanos a descubrir que nosotros también somos realmente pobres: en fe, en confianza y en amor generoso. Danos la confianza de Elías y la de la viuda del Evangelio, para que siendo generosos en obras y palabras no nos falte nunca tu generosidad y tu amor. Que el puñado de harina de fe y el aceite de esperanza no se agoten nunca. Bendícenos abundantemente en este día y haz que nuestras buenas acciones y obras sean para glorificarte a Ti en nuestros hermanos. Un muy generoso día de descanso. Bendecido y multiplicado en tu amor.
DIOS BENDICE Y MULTIPLICA LO QUE DAMOS CON GENEROSIDAD
PALABRAS DEL SANTO PADRE
El Evangelio nos pone delante de este sorprendente contraste: los ricos, que dan lo superfluo para hacerse ver, y una pobre mujer que, sin aparentar, ofrece todo lo poco que tiene. Dos símbolos de actitudes humanas.
Jesús mira las dos escenas. Y es precisamente este verbo —“mirar”— que resume su enseñanza: a quien vive la fe con duplicidad, como esos escribas, “debemos mirar” para no ser como ellos; mientras que a la viuda debemos “mirarla” para tomarla como modelo. (…) Jesús alaba el hecho de que esta viuda da al Tesoro todo lo que tiene. No le queda nada, pero encuentra en Dios su todo. No teme perder lo poco que tiene, porque confía en el tanto de Dios, y ese tanto de Dios multiplica la alegría de quien dona. (…) De esta manera Jesús la propone como maestra de fe, esta señora: ella no frecuenta el Templo para tener la conciencia tranquila, no reza para hacerse ver, no hace alarde de su fe, sino que dona con el corazón, con generosidad y gratuidad. Sus monedas tienen un sonido más bonito que las grandes ofrendas de los ricos, porque expresan una vida dedicada a Dios con sinceridad, una fe que no vive de apariencias sino de confianza incondicional. Aprendamos de ella… (Ángelus, 7 de noviembre de 2021)