Abundantes bendiciones recibimos de tu bondad en el clarear de este día y lo iniciamos con sentimientos de agradecimiento y confiados en tu misericordia.
Hoy nos regalas otra lección de amor por medio de tu palabra. Abre nuestros corazones e inspíranos con tu Santo Espíritu para comprenderla.
Hay tres verbos que en ocasiones sólo algunos practican: pedir, buscar, llamar. Si a estos verbos se les añade el adverbio "insistentemente" tenemos esbozado el camino de un verdadero seguidor tuyo.
Pedir supone humanamente que no tenemos todo lo que necesitamos, tomar conciencia de nuestras limitaciones y admitir que alguien tiene más que nosotros.
Buscar implica experimentar la atracción de algo que tira de nosotros, admitir que hay un tesoro por el que merece la pena arriesgarse, sentir la espinita de muchas preguntas para las cuales no existen respuestas prefabricadas.
Llamar es dirigirse a alguien con la confianza de que vamos a ser escuchados, invocar una presencia que nos supera y que al mismo tiempo se hace cargo de nosotros.
Insistentemente significa todos los días, a todas horas, no sólo en ciertos momentos críticos, o cuando no encontramos otra cosa mejor.
Hoy lo único que tenemos que decirte es: gracias, Señor, porque hemos pedido y nos has concedido el amor, la salud, la familia; hemos buscado, Señor, y te hemos encontrado, hemos encontrado tu presencia la de nuestros hermanos; sobretodo, hemos encontrado el verdadero camino de la felicidad; hemos golpeado, Señor, y has abierto las puertas de la esperanza de la fe y de la caridad, has abierto las puertas de nuestro corazón para que cuando otros vayan a golpear no las encuentren cerradas sino abiertas totalmente a tu querer y al querer de nuestros hermanos.
Danos la paciencia para ser insistentes en nuestras súplicas. Que en todo momento sepamos darte gracias por lo que tenemos y no nos cansemos de pedir insistentemente lo que nos falta: paciencia, bondad, misericordia, generosidad y tu presencia. A tu amor nos rendimos y en tu misericordia confiamos. Amén.
Feliz y ambicioso jueves, sabiendo que hemos pedido y se nos ha concedido, hemos buscado y hemos hallado, hemos golpeado y se nos han abierto las puertas de tu corazón.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
La oración debe ser sobre todo tenaz: como el personaje de la parábola que, teniendo que acoger un huésped que llega de improviso, en mitad de la noche va a llamar a un amigo y le pide pan. El amigo responde: “¡no!”, porque ya está en la cama, pero él insiste e insiste hasta que no le obliga a alzarse y a darle el pan (cfr. Lc 11,5-8). Una petición tenaz. Pero Dios es más paciente que nosotros, y quien llama con fe y perseverancia a la puerta de su corazón no queda decepcionado. Dios siempre responde. Siempre. Nuestro Padre sabe bien qué necesitamos; la insistencia no sirve para informarle o convencerle, sino para alimentar en nosotros el deseo y la espera. (…) La enseñanza del Evangelio es clara: se debe rezar siempre, también cuando todo parece vano, cuando Dios parece sordo y mudo y nos parece que perdemos el tiempo. Incluso si el cielo se ofusca, el cristiano no deja de rezar. Su oración va a la par que la fe. Y la fe, en muchos días de nuestra vida, puede parecer una ilusión, un cansancio estéril. Hay momentos oscuros, en nuestra vida y en esos momentos la fe parece una ilusión. Pero practicar la oración significa también aceptar este cansancio. (…) En estas noches de la fe, quien reza nunca está solo. Jesús de hecho no es solo testigo y maestro de oración, es más. Él nos acoge en su oración, para que nosotros podamos rezar en Él y a través de Él. Y esto es obra del Espíritu Santo. Es por esta razón que el Evangelio nos invita a rezar al Padre en el nombre de Jesús. (Audiencia general, 11 de noviembre de 2020)