Nace un nuevo día en la vida de cada uno de nosotros. Este nuevo amanecer es motivo para darte gracias por el don de la vida y por las obras que realizaremos en esta jornada laboral.
Hoy, en tu palabra, el libro del Génesis continúa narrando los acontecimientos de creación hasta llegar al punto donde todo lo creado ha sido puesto a nuestro servicio y entregado a nuestro cuidado y protección. Hoy tenemos en cuenta tus palabras que nos dicen: «escribe en tu corazón, todo ha sido creado para el bien y su propagación. Yo tu padre en la persona de mi hijo Jesús de Nazaret, te hago tomar conciencia que todo te lo he dado para el bien de la creación».
Padre celestial, con la gracia de tu Espíritu Santo queremos proclamar que tú nos has tomado y nos has puesto en el jardín del Edén para que lo cuidemos —como nos dice el papa Francisco— porque esta es nuestra casa común; dispusiste que este fuera el ámbito sagrado desde el cual pudiéramos darte gloria, realizando en plenitud el desarrollo y creatividad desde nuestro corazón.
Nuestro corazón agradecido por habernos dado estas compañeras de camino (una madre una abuela, una esposa, una hija) —con diferentes formas de vivir y de proceder—, con quienes formamos una armonía, como nos dice el libro del Génesis: «esta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos».
Hoy también es un día para darte gracias por tu palabra, que siempre es un aliento para llenarnos de fe, como esta mujer que confío en ti y mantuvo firme su fe. Como verdaderos hijos De Dios permítenos participar de tu pan en la mesa de tu banquete. Bendícenos en este día guárdanos y protégenos. Amén.
Un muy feliz y optimista jueves vocacional.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Cada uno de nosotros tiene su propia historia y no siempre es una historia limpia; muchas veces es una historia difícil, con muchos dolores, muchos problemas y muchos pecados. ¿Qué hago, yo, con mi historia? ¿La escondo? ¡No! Tenemos que llevarla delante del Señor: “¡Señor, si Tú quieres, puedes sanarme!” Esto es lo que nos enseña esta mujer, esta buena mujer: la valentía de llevar la propia historia de dolor delante de Dios, delante de Jesús; tocar la ternura de Dios, la ternura de Jesús. Hagamos, nosotros, la prueba de esta historia, de esta oración: cada uno que piense en la propia historia. Siempre hay cosas feas en una historia, siempre. Vamos donde Jesús, llamamos al corazón de Jesús y le decimos: “¡Señor, si Tú quieres, puedes sanarme!”. (…) Bonita oración. Que el Señor nos ayude, a todos nosotros, a rezar esta bonita oración que nos enseña una mujer pagana: no cristiana, ni judía, sino pagana. (Ángelus, 16 de agosto de 2020)