Gracias, Señor, por este nuevo amanecer en la vida de cada uno de nosotros. Gracias por darnos la oportunidad de compartir con nuestros hermanos y poder servir haciendo tu voluntad. Que sea este día vivido en verdadera alegría, armonía y optimismo. Honramos hoy la memoria de san Esteban, el primer mártir de tu Iglesia. Danos la gracia de ser como él, buenos testigos llenos de fe y del Espíritu Santo, ya que nos esforzamos por vivir tu misma vida.
Danos fortaleza y una gran confianza para vivir y morir en tus manos. Que, como Esteban, sepamos rogar por los que nos hieren u ofenden para que tú nos perdones a todos. Aparta de nosotros todo temor y disponnos a dar testimonio de tu infinito amor con toda sinceridad. Que aprendamos de ti y de san Esteban a entregarnos en amor y servicio y en palabras esperanzadoras como fieles testigos de tu amor.
Hemos iniciado la última semana de este año y te pedimos nos concedas vivirla en plenitud de optimismo y alegría. Jesús recién nacido, danos un corazón noble y sencillo para cumplir la voluntad del Padre celestial; danos tu espíritu de sabiduría e inteligencia para hacer las cosas con mucho cariño y finalizar este año dándole gracias por lo que nos ha concedido.
Feliz inicio de actividades en este martes, con ánimo y optimismo llevemos nuestra semana viviendo el espíritu de la navidad. El Espíritu Santo hablará por nosotros. Bendiciones abundantes y fructíferas en la presencia del Recién nacido.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Hoy vemos al testigo de Jesús, san Esteban, que brilla en las tinieblas. Los testigos brillan con la luz de Jesús, no tienen luz propia. La Iglesia tampoco tiene luz propia; por eso los antiguos padres llamaron a la Iglesia “el misterio de la luna”. Al igual que la luna no tiene luz propia, los testigos no tienen luz propia, son capaces de tomar la luz de Jesús y reflejarla. Esteban es acusado falsamente y lapidado brutalmente, pero en las tinieblas del odio, en el tormento de la lapidación, hace brillar la luz de Jesús: reza por los que le están matando y los perdona, como Jesús en la cruz. Es el primer mártir, es decir, el primer testigo, el primero de una gran multitud de hermanos y hermanas que, hasta hoy, siguen llevando luz a las tinieblas: personas que responden al mal con el bien, que no ceden a la violencia y la mentira, sino que rompen la espiral del odio con la mansedumbre del amor. Estos testigos iluminan el alba de Dios en las noches del mundo. (Ángelus, 26 diciembre 2020)