Nace un nuevo día enmarcado en el inicio de una semana. Gracias, Señor, porque abrimos nuestro corazón al cumplimiento de tu santa voluntad, con deseos de hacer las cosas con mucho amor, con sentimientos de generosidad, servicio y entrega generosas. Qué bueno, Señor, nos das la ocasión de vivir este lunes con sentido vocacional, al celebrar a los santos Simón y Judas —que fueron tus apóstoles— y recordar con el evangelio de Lucas el llamado que tú hiciste a tus discípulos para ser tus apóstoles.
Tú los fuiste llamando por su nombre. Permítenos, Señor, abrir los oídos del corazón para que allí también escuchemos tus hermosas palabras: «Sígueme».
Ahora, Señor, te seguiremos y trataremos de obedecer tu mandato de amar y de servir. Ayúdanos, Señor, para que recibiendo los dones de la inteligencia de la sabiduría y el don del consejo para que nuestras labores cotidianas se han inspiradas en tus palabras: «no he venido a ser servido sin servir y a dar mi vida por muchos». Que la fuerza de tu Espíritu Santo nos conforte y seamos parte de los enviados a proclamar el año de gracia del Señor. Te alabamos, te bendecimos y te adoramos te glorificamos en lo que haremos por nuestros hermanos. Amén.
Un muy optimista y vocacional lunes inicio, de semana. Los abrazo y los bendigo. Feliz semana.
Pensamientos para el Evangelio de hoy (evangeli.net)
* «Toda alma humana es un templo de Dios: eso nos abre una perspectiva ancha y del todo nueva. La vida de oración de Jesús es la clave para comprender la oración de la Iglesia» (santa Teresa Benedicta de la Cruz).
* «Tanto Simón el Cananeo como Judas Tadeo nos ayuden a redescubrir siempre y a vivir incansablemente la belleza de la fe cristiana, sabiendo testimoniarla con valentía y al mismo tiempo con serenidad» (Benedicto XVI).
* «(…) [Jesús] ora ante los momentos decisivos que van a comprometer la misión de sus Apóstoles: antes de elegir y de llamar a los Doce (cf. Lc 6,12), antes de que Pedro lo confiese como ‘el Cristo de Dios’ (Lc 9,18-20) y para que la fe del príncipe de los Apóstoles no desfallezca ante la tentación (cf. Lc 22,32) (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 2600)