Buen y bendecido Domingo el que nos regalas, para vivirlo y compartirlo en familia y poder manifestar alegremente las maravillas que haces en cada uno de nosotros; nos ayudas a pensar en lo que cada uno somos y tenemos. Al terminar un mes que bondadosamente nos has concedido, nuestro corazón está agradecido por lo realizado durante este tiempo. Gracias por las alegrías que diste a nuestros corazones, las satisfacciones por las obras realizadas y las personas con las que pudimos compartir; ante todo, gracias por guiarnos y protegernos y haber bendecido nuestras obras y acciones; gracias por la variedad de dones que nos regalas y porque sabemos que todos proceden de ti, lo mismo que los servicios, pero todos dirigidos a ti y a los hermanos. En cada uno el Espíritu se manifiesta para el bien de todos.
Abre nuestras mentes para que veamos tu belleza y verdad con una luz siempre nueva. Abre nuestros corazones para que podamos recibir de Ti cada día una nueva provisión de coraje y valor. Derrama en nosotros un amor generoso, respetuoso y tolerante. Que nuestra acción de gracias sea para decirte gracias por lo que somos y tenemos. Algunos más otros menos, pero a todos nos has regalado por igual la capacidad de amar y de servir. Nuestra mayor riqueza la llevamos en nuestro corazón y es tu presencia y tu amor. Danos la gracia de alegrarnos en las alegrías de nuestros hermanos y de ser solidarios en nuestras dificultades y que en últimas todo lo que somos y tenemos viene de ti. Nuestra entrega y disponibilidad sean nuestra mayor alegría, nuestras manos para levantar, nuestros pies para correr al encuentro; nuestros ojos para ver tus maravillas, nuestros oídos para escuchar tu voz, nuestra boca para proclamar tu amor y misericordia. Amén.
Un muy compartido Domingo vivido en amor y amistad y preparémonos para recibir con alegría y optimismo un nuevo mes, dedicado a Nuestra Madre la Virgencita. Nuestro Domingo día del Señor, sea de felicidad y alegría. Los abrazo y los bendigo.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
El Evangelio de la Liturgia de hoy nos cuenta un breve diálogo entre Jesús y el apóstol Juan, que habla en nombre de todo el grupo de discípulos. Habían visto un hombre que expulsaba demonios en nombre del Señor, pero se lo impidieron porque no formaba parte de su grupo. Jesús, a este punto, les invita a no obstaculizar a quien trabaja por el bien, porque contribuye a realizar el proyecto de Dios (cfr. Mc 9,38-41). (…) Las palabras de Jesús desvelan una tentación y ofrecen una exhortación. La tentación es la de la cerrazón. Los discípulos querían impedir una obra de bien solo porque quien la realizaba no pertenecía a su grupo. Piensan que tienen “la exclusiva sobre Jesús” y que son los únicos autorizados a trabajar por el Reino de Dios. Pero así terminan por sentirse predilectos y consideran a los otros como extraños, hasta convertirse en hostiles con ellos. Hermanos y hermanas, cada cerrazón, de hecho, hace tener a distancia a quien no piensa como nosotros, y esto es la raíz de muchos males de la historia: del absolutismo que a menudo ha generado dictaduras y de muchas violencias hacia quien es diferente. (Ángelus, 26 de septiembre de 2021)