Hoy es buen día para agradecer lo que vamos recibiendo del Señor. Buen día para expresarte nuestros sentimientos y corazones abiertos para llenarlos de todo lo que nos quieras regalar. Ojalá cada día sigamos recibiendo de ti lo que quieres que hagamos y al final tengamos 365 satisfacciones de lo realizado. Por ahora, Señor, hemos emprendido el viaje de este año y nuestro equipaje lleva lo necesario para amar: porque en el llevamos tu presencia, tu bondad y tu misericordia. Concédenos la gracia de seguir escuchando tu Palabra, meditándola y haciéndola vida en nuestras vidas. Que esta misma palabra sea nuestro aliciente para sentir tu apoyo e ir a nuestros hermanos expresando alegría y optimismo por la vida. Permite Señor, que la gracia del Espíritu Santo nos colme de sabiduría e inteligencia para dar testimonio de tu amor, como Juan Bautista y exclamemos: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
En el camino hay siempre dificultades, tentaciones y desánimos pero contando contigo las podremos superar. Ayúdanos a proclamar que tú eres nuestro Salvador y guía, aquel que quita el pecado del mundo.
Un muy bendecido miércoles. Vivámoslo en servicio y disponibilidad. Bendigamos a todos nuestros hermanos con los que nos encontremos en nuestra jornada.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Estamos en la orilla del río Jordán. Juan está bautizando; hay mucha gente, hombres y mujeres de distintas edades, venidos allí, al río, para recibir el bautismo de las manos de ese hombre que a muchos les recordaba a Elías, el gran profeta que nueve siglos antes había purificado a los israelitas de la idolatría y los había reconducido a la verdadera fe en el Dios de la alianza, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob. Juan predica que el Reino de los cielos está cerca, que el Mesías va a manifestarse y es necesario prepararse, convertirse y comportarse con justicia; e inicia a bautizar en el Jordán para dar al pueblo un medio concreto de penitencia. (…) Y el momento llega: Jesús se presenta en la orilla del río, en medio de la gente, de los pecadores —como todos nosotros—. Es su primer acto público, la primera cosa que hace cuando deja la casa de Nazaret, a los treinta años: baja a Judea, va al Jordán y se hace bautizar por Juan. Sabemos qué sucede (…): sobre Jesús baja el Espíritu Santo en forma de paloma y la voz del Padre lo proclama Hijo predilecto (cf. Mateo 3, 16-17). Es el signo que Juan esperaba. ¡Es Él! Jesús es el Mesías. Juan está desconcertado, porque se ha manifestado de una forma impensable: en medio de los pecadores, bautizado como ellos, es más, por ellos. Pero el Espíritu ilumina a Juan y le hace entender que así se cumple la justicia de Dios, se cumple su diseño de salvación: Jesús es el Mesías, el Rey de Israel, pero no con el poder de este mundo, sino como Cordero de Dios, que toma consigo y quita el pecado del mundo. (Ángelus, 15 de enero de 2017)