Bendecidos en el amor y santificados en nuestras obras demos gracias a Dios por lo que nos concedes.
Gracias, Señor, porque vamos terminando esta primera semana de este año; hemos realizado nuestras obras y acciones según tu voluntad y esperamos seguir adelante con tu ayuda y tu presencia. Hoy nos interrogamos sobre qué hacer o cómo vivir, y tú nos remites a tu ejemplo vivo de amor. Ayúdanos a aprender de ti qué significa amar, no solo en teoría, sino sobre todo en la práctica. Danos el valor de seguirte, abriendo contigo nuestros corazones a nuestros hermanos y entregándonos a ellos en la vida y en la vida diaria. Señor, tú nos has visto en nuestras luchas, en nuestros intentos tenaces por seguirte. Guárdanos en tu amor y abre nuestros ojos y nuestros corazones. Que nuestras palabras de amor sean de verdad una realidad por medio de nuestras obras y acciones de este día.
Tú nos has mirado como a los apóstoles y con todo cariño nos amas. Danos la gracia de vivir en conformidad con nuestra fe, que no nos sintamos decepcionados, sino que te sigamos por el camino de un amor que se da a sí mismo, como tú nos has enseñado. No dejes de mirarnos, Señor. Nos ves dónde estamos y cómo estamos. Tú nos conoces y sabes que estamos llenos de buena voluntad, pero también conociendo nuestras limitaciones. Tú nos ves, no para vigilarnos, sino para amarnos y animarnos como un Padre. Que tu mirada sea de amor, de bondad y de misericordia y al mismo tiempo la nuestra sea de fe, esperanza y caridad a nuestros hermanos.
No amemos de palabra y de boca sino de verdad y con obras. Un muy feliz fin de semana amando de corazón y bajo la mirada amorosa de Dios.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
El signo concreto de que realmente hemos encontrado a Jesús es la alegría que sentimos al comunicarlo también a los demás. Y esto no es «hacer proselitismo», esto es hacer un don. Yo te doy aquello que me da alegría a mí. Leyendo el Evangelio vemos que esta ha sido la experiencia de los primeros discípulos: después del primer encuentro con Jesús, Andrés fue a decírselo enseguida a su hermano Pedro (cf. Jn 1, 40-42), y la misma cosa hizo Felipe con Natanael (cf. Jn 1, 45-46). Encontrar a Jesús equivale a encontrarse con su amor. Este amor nos transforma y nos hace capaces de transmitir a los demás la fuerza que nos dona. De alguna manera, podríamos decir que desde el día del Bautismo nos es dado a cada uno de nosotros un nuevo nombre además del que ya nos dan mamá y papá, y este nombre es Cristóforo». ¡Todos somos «Cristóforos»! ¿Qué significa esto? «Portadores de Cristo». (Audiencia jubilar, 30 de enero de 2016)