Señor, en este segundo día de Cuaresma, tiempo de reconciliación, de conversión y de cambio, te damos gracias por la jornada que nos regalas.
Haz que, según tu querer, nuestras obras sean de amor, de conversión y de generosidad. Ayúdanos a comprender que no es fácil el camino porque implica sacrificios y Tú nos lo recuerdas hoy: «el que quiera seguirme que tome su cruz y me siga». Queremos tomar la Cruz, pero no una cruz de agobio, de sentimientos negativos, sino una cruz de anhelos y esperanzas. Que sea la del sacrificio en el amor, la sinceridad y la entrega generosa a nuestros hermanos, porque sabemos que el verdadero camino de conversión pasa muchas veces por el dolor pero que al final encontramos la alegría al recibirnos el Padre celestial a esa nueva vida, la vida del hombre nuevo en amor y esperanza.
Concédenos elegir el mejor camino como lo señalas en el Deuteronomio: la vida y el bien, la bendición. Bendícenos, guárdanos y protégenos. Presérvanos de todo mal y concédenos la gracia de tu presencia. Amén.
Un muy feliz y seguro jueves en las manos del Señor.
ORACIÓN
Señor, otro año más que me permites llegar al inicio de la Cuaresma y me encuentro con que estoy casi en el mismo lugar. Por eso te doy gracias, Jesús, y por la libertad que me das para elegir el camino, elijo la Vida, quiero subir contigo hasta el Calvario.
MI PROPÓSITO
Desde hoy empezaré a trabajar en sacrificios y penitencias que realmente vayan creando espacios en mí para llenarlos de Dios. Hoy caminaré con la alegría de saber que vas a mi lado.
Reflexión
La Cuaresma es un tiempo ideal para trabajar en nuestro camino de perfección. Sin embargo, una de las primeras preguntas que nos debemos hacer es: ¿Qué tan decidido estoy a seguir a Jesús?
PALABRAS DEL SANTO PADRE
«Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga» (v. 24). De este modo Él indica el camino del verdadero discípulo, mostrando dos actitudes. La primera es «renunciar a sí mismos», que no significa un cambio superficial, sino una conversión, una inversión de mentalidad y de valores. La otra actitud es la de tomar la cruz. No se trata solo de soportar con paciencia las tribulaciones cotidianas, sino de llevar con fe y responsabilidad esa parte de cansancio, esa parte de sufrimiento que la lucha contra el mal conlleva. La vida de los cristianos es siempre una lucha. La Biblia dice que la vida del creyente es una milicia: luchar contra el espíritu malo, luchar contra el Mal. Así el compromiso de “tomar la cruz” se convierte en participación con Cristo en la salvación del mundo. Pensando en esto, hagamos que la cruz colgada en la pared de casa, o esa pequeña que llevamos al cuello, sea signo de nuestro deseo de unirnos a Cristo en el servir con amor a los hermanos, especialmente a los más pequeños y frágiles. La cruz es signo santo del Amor de Dios, es signo del Sacrificio de Jesús, y no debe ser reducida a objeto supersticioso o joya ornamental. Cada vez que fijemos la mirada en la imagen de Cristo crucificado, pensemos que Él, como verdadero Siervo del Señor, ha cumplido su misión dando la vida, derramando su sangre para la remisión de los pecados. Y no nos dejemos llevar a la otra parte, en la tentación del Maligno. Por consiguiente, si queremos ser sus discípulos, estamos llamados a imitarlo, gastando sin reservas nuestra vida por amor de Dios y del prójimo. (Ángelus, 30 de agosto de 2020)