Dulce y alegre despertar el que nos abre a una nueva jornada. Gracias a tu bondad y misericordia la podemos iniciar con salud y bienestar.
Hoy en tu palabra nos invitas a vivir perseverando en la fe y en el amor; que la fortaleza en tu Espíritu nos ayude y sostenga en nuestra jornada. Juan, el Bautista, dijo sin miedo a los grandes y poderosos que ellos también estaban sometidos a las leyes de Dios; arriesgó su vida por lo justo, lo verdadero y por lo bueno. Que él nos inspire también a dejar que tu palabra se encarne profundamente en nosotros y actuemos asumiendo los riesgos de nuestra fe y viviendo tal como creemos. Que conservemos el amor fraterno y seamos generosos en todas nuestras actividades y no olvidemos que eres nuestro consuelo y esperanza. Las palabras del salmo sean nuestra fortaleza y seguridad: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?»
Bendícenos abundantemente en este día y danos la certeza de tu presencia en nuestros corazones, para que todo lo que realizaremos de palabra y obra sea para alabarte, bendecirte y darte gracias. Amén.
Un muy feliz y edificador viernes.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
De esta manera Juan termina su vida «bajo la autoridad de un rey mediocre, ebrio y corrupto, por el capricho de una bailarina y el odio vengativo de una adúltera». Así, «termina un grande, el hombre más grande nacido de mujer» (…) pienso en nuestros mártires, en los mártires de nuestros días, esos hombres, mujeres y niños que son perseguidos, odiados, expulsados de sus casas, torturados, masacrados». Esto «no es algo del pasado: hoy sucede esto. Nuestros mártires, que terminan su vida bajo la autoridad corrupta de gente que odia a Jesucristo». Por eso «nos hará bien pensar en nuestros mártires. (…) «Yo también moriré. Todos nosotros moriremos. Nadie tiene la vida “comprada”. También nosotros, queriéndolo o no, vamos por el camino del abajamiento existencial de la vida». Y esto, dijo, le impulsa «a rezar para que este abajamiento se asemeje lo más posible al de Jesucristo, a su abajamiento». (Santa Marta, 6 de febrero de 2015)