Un hermoso y alegre día que recibimos de tu generosidad para alabarte y bendecirte. Hoy es un buen momento para darte gracias por tu palabra inspiradora que nos muestra el camino que hemos de seguir y cómo tenemos que obrar.
Una familia o una persona acogedora hace a los huéspedes sentirse como en casa y les da lo mejor de que dispone. Si somos verdaderamente acogedores, escuchamos también al huésped y recibimos de su parte quizá más de lo que nosotros damos y de una manera más profunda. Recibimos al huésped como persona. Tú te presentas como un viajero que va de viaje. Pides hospitalidad como un extranjero o como un pobre. Nos dices que cuando recibimos a uno que no tiene alojamiento, te recibimos a ti.
Que sepamos acogerte de corazón y que aprendamos de ti a acogerte también en nuestros hermanos cuando nos suplican, cuando nos piden perdón y un poquito de calor humano, de paciencia, esperanza y alegría. Que no pasemos de largo ante ellos. Que como Marta y María seamos buenos anfitriones y, teniendo las manos laboriosas de Marta y el corazón de María, podamos acogerte en nuestro corazón como el Huésped más importante, para que escuchando tu voz vayamos a acoger y anunciar tu palabra.
Hoy es buen día para saludar a las Madres de la Congregación Marta y María, que tienen un carisma muy hermoso y es el servicio a los ancianos a los que se entregan con todo el corazón. Pedimos para que Tú sigas bendiciendo esta Congregación y sean muchas las jóvenes que se entreguen a tu servicio. Bendícenos abundantemente y permítenos acoger con cariño a nuestros hermanos. Amén.
Un muy feliz y acogedor martes de hospitalidad.
DULCE AMIGO DE BETANIA
En el seno de mi hogar hay, buen Jesús, penas muy hondas y secretas.Sí Tú reinaras entre los míos con toda la intensidad del amor que Tú mereces, ¡ah! ¡no habría en mi casa tantos ni tan amargos pesares! ¡Ven, ven OH! amigo de Betania, pues en mi familia hay alguien que está enfermo y Tú le amas. Cuando Tú estás,hasta las mismas penas son suavesy a tu lado las espinas son bálsamo de paz.
No cierres todavía la preciosa herida del costado, tengo que pedirte en especial, Señor, por los que sufren; por aquellos, Jesús mío, que te buscan con los ojos cansados de llorar;por tantos a quienes la desgracia, los duelos, las decepciones, la pobreza, las enfermedades o sus propias flaquezas han herido de muerte.
¡Nazareno amabilísimo, tú sabes cuán punzantes son las espinas del camino!Consuela a los atribulados, ten piedad de los que sufren y ven a ellos, Amigo de Betania. De mí no te he hablado porque me he confiado sin reservas a tu Divino Corazón.Tú, que tanto me amas y que eres el único en comprenderme, no querrás seguramente olvidarme…
¡Oh! Jesús, escucha mi última plegaria, unida siempre a la agonía de tu Corazón Sacramentado; inclínate y bendíceme benigno.
Amén.