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9-ene.-2024, martes de la 1.ª semana del Tiempo Ordinario

Danos corazones abiertos a tu palabra y generosidad para compartirla con nuestros hermanos, como Ana

Iniciamos otra jornada más en la vida de cada uno. Tuvimos nuestro descanso de puente festivo y ahora volveremos a nuestras labores cotidianas, con ánimos y deseos de ser felices, sirviendo y amando. Hoy todavía podemos sentir el efecto del descanso, pero es tiempo de dejar la pereza atrás y emprender el camino de nuestras actividades. Volvemos a la rutina de nuestras vidas: los trancones, el tiempo que pasa, el chismorreo en las oficinas, las preocupaciones, etc. Pero es el tiempo de Dios y hay que mirarlo en fe y alegría, con ánimo y optimismo. Ya está la semilla sembrada, pero falta quien la riegue y la cuide. Por eso hoy nos sigues llamando; a unos, para que vivamos como Tú en humildad, sencillez y obediencia, en comunidad de vida; a otros para que presidan y orienten sus hogares con la palabra y con la vida, a otros más para que salgan a todos los rincones y evangelicen con su presencia, con su trabajo, desde la familia.

Señor, Tú nos invitas a nosotros, tus discípulos, a extender tu reino. Danos corazones abiertos a tu palabra y generosidad para compartirla con nuestros hermanos, como Ana, para que podamos elevar nuestra oración confiada y suplicante, para seguir fortaleciendo nuestra fe y confianza en ti, especialmente contra el mal. Bendícenos, Señor, y haz prosperas las obras de nuestras manos. Colocamos nuestros planes y proyectos en tus manos. Nuestros hijos, sus estudios y sus actividades. Nuestras familias para que permanezcamos unidos y en armonía. Nuestros amigos que también tú los bendigas. Concédenos que todos los trabajos y rutinas sean colocados en tus manos y tú los bendigas.

Con energía y muchos ánimos, vamos a iniciar nuestras actividades. Feliz y bendecido martes.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Es significativo que el primer milagro realizado por Jesús en el Evangelio de Marcos sea un exorcismo (cf. 1,21-28). En la sinagoga de Cafarnaúm libera a un hombre del demonio, liberándolo de la falsa imagen de Dios que Satanás sugiere desde los orígenes: la de un Dios que no quiere nuestra felicidad. El endemoniado de ese pasaje del Evangelio sabe que Jesús es Dios, pero esto no le lleva a creer en Él. De hecho, dice: «¿Has venido a destruirnos?» (v. 24). Muchos, también cristianos, piensan lo mismo: que Jesús puede ser el Hijo de Dios, pero dudan que quiera nuestra felicidad; es más, algunos temen que tomarse en serio su propuesta, lo que Jesús nos propone, signifique arruinarse la vida, mortificar nuestros deseos, nuestras aspiraciones más fuertes. Estos pensamientos a veces se asoman dentro de nosotros: que Dios nos está pidiendo demasiado, tenemos miedo de que Dios nos pida demasiado, que realmente no nos ama. En cambio, en nuestro primer encuentro vimos que el signo del encuentro con el Señor es la alegría. Cuando encuentro al Señor en la oración, me pongo alegre. Cada uno de nosotros se vuelve alegre, una cosa hermosa. La tristeza, o el miedo, son sin embargo signos de lejanía con Dios. (Audiencia General, 28 de septiembre de 2022)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.