Te bendecimos, Señor, por este segundo mes del año que nos regalas y te pedimos que, al colocarnos en tus manos, seamos colmados de bondad y de esperanza de modo que todo lo que podamos realizar sea para gloria tuya y nos vayamos fortaleciendo un intenso espíritu de caridad. Gracias, Señor, por los dones y beneficios que estamos seguros recibiremos en estos 28 días de febrero y que tú bendecirás.
Muchas veces, Señor, nuestras angustias y sufrimientos son difíciles de soportar, pero sabemos que Tú Nos amas. Eres un padre que corrige y prueba a sus hijos por amor, para que nuestra fe se haga más madura a través de las dificultades y los sufrimientos que son parte de la vida y de nuestro ser. Hoy nos preguntamos: ¿Aceptamos también nosotros esto? Los vecinos de Nazaret, sus paisanos, no aceptaron a Jesús. ¿Aceptamos nosotros a los que hablan fuerte y claro en favor de lo que es justo, verdadero y bueno?
Te damos gracias, Padre celestial, por darnos la ocasión de escuchar y seguir a tu Hijo y saber que sólo en la humildad y sencillez de nuestro corazón comprendemos su Palabra, su pensamiento y sus caminos. Al inicio de este mes déjanos escuchar con corazón humilde y disponible tu palabra que nos dispondrá a iniciar con alegría este camino. Guárdanos en tu amor y que María santísima sea nuestro auxilio y nuestro apoyo. Amén.
Un muy feliz y santo inicio del mes de febrero con la seguridad, la fe y la esperanza puesta en el Señor.
Reflexión
Detengámonos en la actitud de los paisanos de Jesús. Podemos decir que ellos conocen a Jesús, pero no lo reconocen... Es un riesgo que todos corremos: pensamos que sabemos mucho de una persona y lo peor es que la etiquetamos y la encerramos en nuestros prejuicios. De la misma manera, los paisanos de Jesús lo conocen desde hace treinta años y ¡piensan que lo saben todo! “¿Pero este no es el joven que hemos visto crecer, el hijo del carpintero y de María? ¿Pero de dónde le vienen estas cosas?”. La desconfianza. En realidad, no se han dado cuenta nunca de quién es realmente Jesús... Esto puede suceder también con Dios, precisamente a nosotros creyentes, a nosotros que pensamos que conocemos a Jesús, que sabemos ya mucho sobre Él y que nos basta con repetir las cosas de siempre. Y esto no basta con Dios (Papa Francisco).