En el amor de Dios y de su misericordia despertamos para admirar las obras de tus manos y humildemente ponernos a tu servicio para hacerlas crecer.
Contemplamos la imagen de Pedro, generoso, reproduciendo un clima primaveral, sorprendente, sanando a los enfermos, aliviando el sufrimiento, devolviendo la vida como Tú lo hiciste; el apóstol que hace realidad el encargo tuyo de cuidar a los suyos. Los discípulos y misioneros anunciaban de palabra y de obra la tu Buena Noticia.
La experiencia que encontramos en Ti nos debe llevar a esa coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. La exigencia es vivir como resucitados en medio de las actividades cotidianas. Danos el valor de optar siempre por Ti y tu forma de obrar y de permanecer siempre cercanos e íntimos contigo.
Bendice el camino difícil que a veces tenemos que tomar sin ver claro a dónde nos conducirá. Líbranos de tomar decisiones poco entusiastas cuando nuestra fe sea más bien débil. Danos la gracia de tu infinito amor y no permitas que nos separemos de tu lado. Podemos exclamar como pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna». Bendícenos en la abundancia de tu amor, guárdanos, guíanos y protégenos. Amén.
Un muy feliz y santo fin de semana. Abrazos y bendiciones abundantes.
LAS PALABRAS DE LOS PAPAS
Detengámonos brevemente en la actitud de quienes se retiran y deciden no seguir más a Jesús ¿De dónde surge esta incredulidad? ¿Cuál es el motivo de este rechazo? Las palabras de Jesús suscitan un gran escándalo. Nos está diciendo que Dios ha elegido manifestarse y realizar la salvación en la debilidad de la carne humana. Es el misterio de la encarnación. La encarnación de Dios es lo que causa escándalo y lo que, para esas personas, pero a menudo también para nosotros, representa un obstáculo. De hecho, Jesús afirma que el verdadero pan de salvación, el que transmite la vida eterna, es su propia carne; que, para entrar en comunión con Dios, antes que observar las leyes o cumplir los preceptos religiosos, es necesario vivir una relación real y concreta con Él. Porque la salvación ha venido por Él, en su encarnación. Esto significa que no debemos buscar a Dios en sueños e imágenes de grandeza y poder, sino que debemos reconocerlo en la humanidad de Jesús y, por consiguiente, en la de los hermanos y hermanas que encontramos en el camino de la vida. (…) Buscarlo en la vida, en la historia, en nuestra vida cotidiana. Y este, hermanos y hermanas, es el camino para el encuentro con Dios: la relación con Cristo y los hermanos. (Ángelus, 22 de agosto de 2021)