Segundo día de nuestra semana y octavo día de la novena nos vamos a acercando al final de nuestra travesía que hemos tenido durante nueve días. Hoy hemos despertado con salud y bienestar y lo podemos manifestar en el amor y el servicio a nuestros hermanos con los que compartiremos esta jornada.
Te damos gracias por tu palabra, que nos invita a reflexionar sobre los acontecimientos de Zacarías, que había quedado mudo por dudar del anuncio del ángel, ahora recupera el habla para proclamar el Benedictus (Cántico de Zacarías) y pronunciar el nombre de Juan, qué significa “Dios es misericordioso”, confirmando tu palabra y la promesa de Dios. Juan será un profeta que preparará el camino al Mesías. Es un recordatorio de que siempre hay una voz que llama a la conversión y a enderezar los caminos. Hoy podríamos pensar que es la misma voz que nos pregunta ¿cómo está el corazón, los sentimientos y el camino para ti que vas a nacer? Dispongamos nuestros sentimientos que serán de alegría y de esperanza para esperar ansiosamente tu llegada. Amén.
Un muy feliz y esperanzador martes.
Palabra del Papa
Isabel y su hijo se regocijan en el vientre al escuchar las palabras de María. Es todo alegría, la alegría que es fiesta. Los cristianos no estamos tan acostumbrados a hablar de la alegría, del gozo, creo que muchas veces nos gustan más las quejas. Es precisamente el Espíritu quien nos guía. Él es el autor de la alegría, el creador de la alegría. Y esta alegría en el Espíritu nos da la verdadera libertad cristiana. Sin alegría, nosotros, cristianos, no podemos llegar a ser libres. Nos convertimos en esclavos de nuestras tristezas. El gran san Pablo VI dijo que no se puede llevar adelante el evangelio con cristianos tristes, desesperanzados, desanimados. No se puede. Muchas veces los cristianos tienen un rostro que es más bien para ir a una procesión fúnebre que para ir a alabar a Dios, ¿no? Y de esta alegría viene la alabanza, esta alabanza de María, esta alabanza que dice Sofonías, la alabanza de Simeón, de Ana: ¡la alabanza de Dios! El corazón alaba a Dios ¿Y cómo se alaba a Dios? Se alaba saliendo de sí mismos, gratuitamente, como es gratuita la gracia que Él nos da. Usted que está aquí en la misa, ¿alaba a Dios, o solo le pide a Dios y le agradece? ¿Acaso alaba a Dios? Aquello es una cosa nueva, nueva en nuestra vida espiritual. Alabar a Dios, salir de nosotros mismos para alabar; ¡perder el tiempo alabando! (cf. S. S. Francisco, 31 de mayo de 2013).
ORACIÓN
Señor, al contemplar el nacimiento de Juan el Bautista, te pedimos que rompas nuestros propios silencios y dudas. Ayúdanos a ser voces claras que anuncian tu verdad en el mundo. Que nuestra vida, como la de Juan, sirva para preparar los corazones de quienes nos rodean para recibir a Jesús.
Que la alegría y el asombro de la gente de Judea se reflejen en nosotros al ver cómo tu misericordia se derrama sobre la humanidad. Que no temamos hablar de Aquel que viene a salvarnos.
Reflexión del Evangelio por Juan Lara, miembro de Vivir en Cristo
Justo la semana pasada […] te hablaba del episodio en que el ángel del Señor le anunciaba a Zacarías la respuesta de Dios a sus oraciones y el propósito de Juan el Bautista.
El Evangelio de hoy nos presenta una actitud muy diferente de Zacarías e Isabel, que antes habían dudado. Vemos la alegría no solo de sus padres, sino de sus vecinos y parientes, después de haber visto las maravillas del Señor en sus vidas. Cuando Dios se manifiesta en nuestras vidas y nosotros damos un buen testimonio, su misericordia se derrama en toda la comunidad.
El nacimiento de Juan el Bautista y la instrucción de parte de Dios sobre cómo se debía de llamar, significa el inicio del tiempo de la misericordia y preparación a la venida del Salvador. Juan tiene como misión ser el precursor de Jesús, el que viene a prepararle el camino. El nombre ‘Juan’ significa ‘Dios es misericordioso’ y no hay mejor manera de manifestar el amor de Dios que siendo misericordiosos con el prójimo, no solo en este tiempo, sino todo el año.
Como Juan, cada uno de nosotros tenemos ese mismo propósito. Cada día es una ocasión para acercarse al necesitado, empezando por quien vive contigo, en tu propio hogar: el hijo que necesita ser escuchado, el cónyuge que necesita de tu atención, los padres que necesitan cuidados o el indigente que está desprotegido, aquel que se encuentra extraviado porque nadie le ha hablado de Jesús.
Este tiempo debe ayudarnos a pensar en el verdadero motivo de la celebración: reflexionar en lo importante de hacer un espacio en nuestro corazón, recordando el nacimiento de nuestro Salvador y aprovechar el momento para recordárselo con amor y misericordia a quien no lo conoce, a aquellos que andan todavía a la carrera presionados o apresurados porque aún no tienen algo que regalar o porque están esperando aquello que van a recibir.
