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10-sep.-2024, martes de la 23.ª semana del Tiempo Ordinario

Qué bello sería, Señor, que con sólo tocarte nos aliviaras de nuestro pecado, nuestras angustias y desilusiones que no nos permiten ser felices.

En este segundo día de la semana te damos gracias por la vida que disfrutamos, la salud que mantiene nuestro cuerpo y la felicidad de poderte amar y servir a nuestros hermanos. Gracias porque, al igual que lo hacías Tú, nos permites tener un momento para Ti y para nosotros mismos. Hoy nuestra reflexión llegue a tu corazón, porque nos amas y nos llamas a servirte con generosidad. Qué bello sería, Señor, que con sólo tocarte nos aliviaras de nuestro pecado, nuestras angustias y desilusiones que no nos permiten ser felices. Qué bueno, Señor, cuando nos miras a los ojos y tu mirada es de esperanza. Qué bueno, Señor, escuchar tu voz y saber que tú nos amas. 

Hoy respondemos a tu llamado y lo hacemos con la seguridad de saber que confías en nosotros y que nos envías como testigos de tu amor. Tú nos instruirás y correrás el riesgo de encomendarnos a nosotros gente débil y muchas veces pesimistas, tu propio trabajo y misión. Sabes que no siempre haremos lo que quieres, que pasaremos por momentos de temor, desaliento, cobardía y dificultades varias.  Aun así, nos ayudarás a llevar nuestra misión a buen término. Que hoy sea día pleno de felicidad, alegría, esperanza y comprensión, al saber que contamos con tu presencia y el auxilio de Nuestra Madre Santísima. Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos. Ahora y siempre. Amén. 

Bendecido y esperanzador martes para todos. 

PALABRAS DEL SANTO PADRE

«Sucedió que por aquellos días se fue Él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles» (6, 12-13). Jesús los elige después de una noche de oración. Parece que no haya otro criterio en esta elección si no es la oración, el diálogo de Jesús con el Padre. (…) No olvidemos que lo que nos sostiene a cada uno de nosotros en la vida es la oración de Jesús por cada uno de nosotros, con nombre, apellido, ante el Padre, enseñándole las heridas que son el precio de nuestra salvación.  Aunque nuestras oraciones fueran solamente balbuceos, si se vieran comprometidas por una fe vacilante, nunca debemos dejar de confiar en Él. Yo no sé rezar, pero Él reza por mí. Sostenidas por la oración de Jesús, nuestras tímidas oraciones se apoyan en alas de águila y suben al cielo. No os olvidéis: Jesús está rezando por mí — ¿Ahora? — Ahora. En el momento de la prueba, en el momento del pecado, incluso en ese momento, Jesús está rezando por mí con tanto amor. (Audiencia general, 2 de junio de 2021)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.