Llega para nosotros otro amanecer, otro descanso, otra semana que va pasando en nuestras vidas y te damos gracias por todo lo vivido, lo disfrutado y lo compartido. Ahora, Señor, es momento para seguir pensando en ti y en tus planes para nosotros. Permítenos ser inspirados por tu palabra y ver qué nos pides en este día. Señor, cuando nos confrontamos con nuestras propias dificultades y las de nuestros hermanos, nos sentimos pequeños e impotentes. Sé tú nosotros pan de fortaleza para todos, para que nuestros corazones sean compasivos, nuestro amor sea cálido y profundo y nuestro servicio sea fiel y humilde, porque tú fuiste así y quieres que seamos como tú. Señor, tú nos das el alimento de tu palabra y nos mandas como a Elías a levantarnos de nuestro pecado, y caminar firmes y seguros, movidos por tu fuerza. Tú nos das el alimento de tu amor y nos mandas salir a encontrar, servir y amar a nuestro hermano. Que sea momento para preguntarnos:
¿Dónde tenemos puesta la mirada? ¿Nos quedamos en la pequeñez de nuestros problemas y de nuestra vida ordinaria? ¿O somos capaces de abrir los ojos y dejarnos sorprender por tu presencia salvadora en tantos momentos y en tantas personas con que nos encontramos? La respuesta nos la das Tú mismo cuando nos dices:
«Levántate, come y anda», porque es tu orden amorosa por eso te pedimos que nos sustentes en nuestro caminar, nos libres del desaliento y nos des el valor para hacerte presente a nuestros hermanos, con nuestras buenas palabras y acciones. Gracias Señor por convertirte en el «Pan Vivo bajado del Cielo».
Que sea un Domingo amoroso, armonioso y compartido. Felicidades y bendiciones abundantes.
ORACIÓN
“Cada día señor, necesito de ti, el alimento que nos vitaliza, que nos consagra; nos une a ti, nos vas transformando en discípulos auténticos con un corazón semejante al tuyo. Tu Pan Señor, es una energía espiritual que recibimos para poder vivir tus enseñanzas, tus ejemplos, tu modo de vida y tu entrega a los demás. Gracias señor, por ser el verdadero Pan de la Vida”. Amén.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Nos sorprende, y nos hace reflexionar esta palabra del Señor: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre”, “el que cree en mí, tiene la vida eterna”. Nos hace reflexionar. Esta palabra introduce en la dinámica de la fe, que es una relación: la relación entre la persona humana, todos nosotros, y la persona de Jesús, donde el Padre juega un papel decisivo, y naturalmente, también el Espíritu Santo, que está implícito aquí. No basta encontrar a Jesús para creer en Él, no basta leer la Biblia, el Evangelio, eso es importante ¿eh?, pero no basta. No basta ni siquiera asistir a un milagro, como el de la multiplicación de los panes. (…) Dios Padre siempre nos atrae hacia Jesús. Somos nosotros quienes abrimos nuestro corazón o lo cerramos. En cambio, la fe, que es como una semilla en lo profundo del corazón, florece cuando nos dejamos “atraer” por el Padre hacia Jesús, y “vamos a Él” con ánimo abierto, con corazón abierto, sin prejuicios; entonces reconocemos en su rostro el rostro de Dios y en sus palabras la palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en la relación de amor y de vida que hay entre Jesús y Dios Padre. Y ahí nosotros recibimos el don, el regalo de la fe. Entonces, con esta actitud de fe, podemos comprender el sentido del “Pan de la vida” que Jesús nos dona, y que Él expresa así: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6,51). En Jesús, en su “carne” –es decir, en su concreta humanidad– está presente todo el amor de Dios, que es el Espíritu Santo. Quien se deja atraer por este amor va hacia Jesús, y va con fe, y recibe de Él la vida, la vida eterna. (Ángelus, 9 de agosto de 2015)