En nuestro despertar, sentimos alegría al contemplar un nuevo amanecer y descansando meditamos. Gracias por esta semana que culminamos y por todo lo que pudimos realizar. Las labores y los encuentros que nos han dado alegría y aún nuestros momentos en que algunas cosas no han salido bien o las palabras contradictorias que tuvimos con algunas personas pero que tú nos ayudaste a superar.
Gracias por darnos la ocasión de confiar en ti y ser como el leproso del evangelio, que logró vencer con fe y optimismo las dificultades y que se acerca a ti. Saltándose las leyes, e implorándote que lo sanes. Su actitud y sus gestos al ponerse de rodillas expresan no sólo su impotencia ante la situación que vive, sino más bien la fe con la que decide suplicarte que le ayudes. Tú extendiste tus manos y lo tocaste. Te acercaste a aquel que había olvidado lo que era el contacto humano, la cercanía de los otros, el cariño expresado por la tibieza de tus manos. Hoy nos preguntamos: ¿acaso estamos como el leproso? ¿qué lepras llevo en mi vida? ¿cómo te pido a ti, que me cures? ¿estoy arrodillándome humildemente? ¿estoy siendo duro con mis hermanos que piden ayuda? ¿los estoy marginando? Todo esto, Señor, para decirte como lo dijo el leproso: «Si quieres, puedes limpiarme.» Todo lo que hagamos, que lo hagamos para glorificar tu nombre. Limpianos, Señor, nuestros pesimismos, nuestras envidias, nuestros egoísmos, nuestras perezas y nuestras faltas de solidaridad.
Que te tomemos a ti como nuestro modelo y tratemos de ser amables con todos para provecho de los demás.
En este domingo 11 de febrero celebramos a Nuestra Madre Santísima en su advocación de la Virgen de Lourdes. Ella desde ese lindo Santuario interceda por nuestros hermanos enfermos, no solo en el cuerpo sino en el espíritu. Te y pedimos por su intercesión que tú pases tu mano sanadora en la vida de cada uno de ellos.
Feliz día del Señor y la Virgencita sea nuestra compañía.
ORACIÓN A LA VIRGENCITA DE LOURDES
Oh, amabilísima Virgen de Lourdes, Madre de Dios y Madre nuestra!
Llenos de aflicción y con lágrimas fluyendo de los ojos, acudimos en las horas amargas de la enfermedad a tu maternal corazón, para pedirte que derrames a manos llenas el tesoro de tu misericordia sobre nosotros.
Indignos somos por nuestros pecados de que nos escuches, pero acuérdate de que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a ti haya sido abandonado.
¡Madre tierna! ¡Madre bondadosa! ¡Madre dulcísima!
Ya que Dios obra por tu mano curaciones sin cuento en la Gruta prodigiosa de Lourdes, sanando tantas víctimas del dolor, guarda también una mirada de bendición para nuestros hermanos enfermos.
Alcanzadles de vuestro Divino Hijo Jesucristo la deseada salud, si ha de ser para mayor gloria de Dios.
Pero mucho más alcanzadnos a todos el perdón de nuestros pecados, paciencia y resignación en los sufrimientos y sobre todo un amor grande y eterno a nuestro Dios, prisionero por nosotros en los Sagrarios. Amén.
Virgen de Lourdes, rogad por nosotros.
Consuelo de los afligidos, rogad por nosotros.
Salud de los enfermos, rogad por nosotros.
Rezar tres Avemarías.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Ese leproso no se resigna ni ante la enfermedad ni ante las disposiciones que hacen de él un excluido. Para llegar a Jesús, no teme quebrantar la ley y entra en la ciudad —algo que no debía hacer, le estaba prohibido—, y al encontrarlo «se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”» (v. 12). Todo aquello que hace y dice este hombre considerado impuro es la expresión de su fe. Reconoce el poder de Jesús: está seguro de que tiene el poder de curarlo y que todo depende de su voluntad. Esta fe es la fuerza que le permitió romper con las normas y buscar el encuentro con Jesús; y, postrándose ante Él, lo llama «Señor». La súplica del leproso muestra que cuando nos presentamos a Jesús no es necesario hacer largos discursos. Son suficiente pocas palabras, siempre que vayan acompañadas por la plena confianza en su omnipotencia y en su bondad. Confiar en la voluntad de Dios significa, en efecto, situarnos ante su infinita misericordia. (Audiencia general, 22 de junio de 2016)