Saludos alegres y esperanzadores con los que te damos gracias, oh Dios, porque recibimos la vida, el amor y ante todo tu presencia en nuestros corazones. Ahora, al iniciar nuestra jornada, nuestras labores cotidianas son el mejor regalo que te hacemos, Señor, porque tratamos de cumplir tu voluntad y la del Padre celestial.
Todas las formas de vida nos llevan a la santidad y todas son válidas. Cada uno tenemos una vocación a la que nos has llamado para vivir la fe de una manera concreta, pero la meta de todos es la misma: la santificación. Tú nos invitas a ser santos y nos vas dando las pautas y enseñando cómo es ese camino de santidad, pero lo más importante es que nos llamas a revisar nuestra vida de servicio y entrega, pues nuestra condición no tiene que ser impedimento, sino instrumento.
Gracias, Señor, porque nos muestras un camino de felicidad y de entrega en las bienaventuranzas: ser pobres, llorar, tener hambre y sufrir el desprecio por la fe. Tú nos dices que tiene que ser este el camino que nos lleva a la verdadera felicidad. Perdónanos, Señor, porque a nadie nos gusta ser rechazados por los demás ni llorar ni ser ignorados ni ser pobres ni tener hambre.
Ayúdanos a vivir estas bienaventuranzas con sencillez y profundidad y a tener un cambio de actitud. Que nuestra firmeza espiritual nos ayude a comprender que es necesario hacer lo que tú dices, Señor: que la pobreza sea compartir la vida con los más necesitados y a configurarnos contigo, que «siendo rico te hiciste pobre». A saber llorar con los demás, porque también es santidad, ya que si vemos las cosas como son, seremos solidarios y nos dejaremos traspasar por el dolor y llorar siendo solidarios con los que lloran. Somos privilegiados por lo que nos regalas, ya que podemos experimentar tu amor y tu entrega generosa y somos dichosos no por lo que poseemos, sino porque podemos compartir “la riqueza de nuestro corazón “. Gracias, Señor, por ayudarnos a tener confianza en ti, porque sabemos que vienen momentos difíciles y que a veces nos hacen dudar, pero todo lo complicado se vuelve fácil en tu presencia: lloraremos, pero luego reiremos; estaremos tristes, pero luego experimentaremos alegría; hambrientos, pero luego estaremos saciados. Nos ponemos en tus manos. En ti confiamos y a Ti nos acogemos. Con mucha fe, iniciaremos nuestra jornada.
Un muy feliz y esperanzador inicio de día, cargado de mucho optimismo y deseos de servicio. Y como nos dice San Pablo: “ESTAD ALEGRES EN EL SEÑOR”. Abrazos y bendiciones.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
La página del Evangelio de hoy nos invita, pues, a reflexionar sobre el profundo significado de tener fe, que consiste en fiarnos totalmente del Señor. Se trata de derribar los ídolos mundanos para abrir el corazón al Dios vivo y verdadero; solo él puede dar a nuestra existencia esa plenitud tan deseada y sin embargo tan difícil de alcanzar. (…) hay muchos, también en nuestros días, que se presentan como dispensadores de felicidad: vienen y prometen éxito en poco tiempo, grandes ganancias al alcance de la mano, soluciones mágicas para cada problema, etc. Y aquí es fácil caer sin darse cuenta en el pecado contra el primer mandamiento: es decir, la idolatría, reemplazando a Dios con un ídolo. (…) Por eso Jesús abre nuestros ojos a la realidad. Estamos llamados a la felicidad, a ser bienaventurados, y lo somos desde el momento en que nos ponemos de la parte de Dios, de su Reino, de la parte de lo que no es efímero, sino que perdura para la vida eterna. Nos alegramos si nos reconocemos necesitados ante Dios, (…) y si como Él y con Él estamos cerca de los pobres, de los afligidos y de los hambrientos. Nosotros también lo somos ante Dios: somos pobres, afligidos, tenemos hambre ante Dios. (Ángelus, 17 de febrero de 2019)