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13-sep.-2024, viernes de la 23.ª semana del Tiempo Ordinario

«Anunciar la Buena Noticia no es para mí motivo de orgullo, sino una obligación a la que no puedo renunciar. ¡Ay de mí si no anuncio la Buena Noticia!»

Alabamos, bendecimos y glorificamos tu Santo Nombre por este día que nace para nosotros, casi a la mitad de nuestro mes de septiembre. Qué bueno darte gracias porque vamos terminando nuestra semana laboral y han sido más los momentos de felicidad y de alegría, de satisfacción y de generosidad en el servicio, la fraternidad y la solidaridad con nuestros hermanos. Con el gran ejemplo y testimonio que nos dejó san Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la iglesia, que fue un gran pastor y maestro de la fe elocuente, predicador para instruir y corregir contra los vicios, la tibieza, la pereza y la riqueza. Danos la fortaleza de este santo, que procuró por todos los medios amarte y bendecirte en nuestros hermanos. 

Este día nos invitas, señor a tener en cuenta tu parábola y vivir con ojos de esperanza, haciendo el bien y mirando a nuestros hermanos con los ojos del corazón. Que tu Espíritu Santo nos ayude a superar cotidianamente nuestra ceguera para que, con sentido de compasión y de acogida, sin miedo a equivocarnos, sigamos tu voluntad y guiemos a nuestros hermanos a una vida de servicios de amor. Ayúdanos, Señor, a seguir la palabra de Pablo que nos dice: «Anunciar la Buena Noticia no es para mí motivo de orgullo, sino una obligación a la que no puedo renunciar. ¡Ay de mí si no anuncio la Buena Noticia!». Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos. Amén. 

Un buen viernes de ejemplo y testimonio, con ojos abiertos y sentido de tu amor. 

PALABRAS DEL SANTO PADRE

El pasaje del Evangelio de hoy presenta parábolas breves, con las cuales Jesús quiere señalar a sus discípulos el camino a seguir para vivir sabiamente. Con la pregunta: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego?» (Lc 6, 39), quiere subrayar que un guía no puede ser ciego, sino que debe ver bien, es decir, debe poseer la sabiduría para guiar con sabiduría, de lo contrario corre el peligro de perjudicar a las personas que dependen de él. (…)  Y Jesús toma prestada una expresión sapiencial para indicarse como modelo de maestro y guía a seguir: «No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien formado será como su maestro» (v. 40). Es una invitación a seguir su ejemplo y su enseñanza para ser guías seguros y sabios. (…)  En el pasaje de hoy encontramos otra frase significativa, que nos exhorta a no ser presuntuosos e hipócritas. Dice así: «¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?» (v. 41). Muchas veces, lo sabemos, es más fácil o más cómodo percibir y condenar los defectos y los pecados de los demás, sin darnos cuenta de los nuestros con la misma claridad. Siempre escondemos nuestros defectos, también a nosotros mismos; en cambio, es fácil ver los defectos de los demás. La tentación es ser indulgente con uno mismo ―manga ancha con uno mismo― y duro con los demás. Siempre es útil ayudar a otros con consejos sabios, pero mientras observamos y corregimos los defectos de nuestro prójimo, también debemos ser conscientes de que tenemos defectos. Si creo que no los tengo, no puedo condenar o corregir a los demás. Todos tenemos defectos: todos. Debemos ser conscientes de ello y, antes de condenar a los otros, mirar dentro de nosotros mismos. Así, podemos actuar de manera creíble, con humildad, dando testimonio de la caridad. (Ángelus, 3 de marzo de 2019)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.