Buen amanecer, pleno de vida y —esperamos— de satisfacciones, ya que lo primero que te agradecemos es el don de la vida y de la salud. Señor, san Maximiliano Kolbe practicó el mayor amor que puede mostrar una persona: entregar la propia vida por sus amigos. Con la ayuda de su intercesión haz nuestro amor tan fuerte como la vida y la muerte.
Que el amor tenga siempre la última palabra en nosotros y que lo compartamos gratuitamente como tú. Haz que nos amemos unos a otros como tú nos amas. Que, como Ezequiel, comamos tu palabra y la meditemos en nuestro corazón para luego entregarla a nuestros hermanos. Sé nuestro alimento en el camino de la vida y del amor, no solamente cuando es fácil amar, sino también cuando es difícil ser fiel y cuando el amor exige sacrificio, olvidándonos de nosotros mismos.
Danos la gracia de tu bondad y tu generosidad y muéstranos el camino de sacrificio y entrega generosa que siguió san Maximiliano Kolbe. Que demos nuestro corazón y gastemos nuestras vidas por nuestros hermanos sobre todo los que pasan dificultades y viven en soledad. Que nuestro día sea agradable y vivido en felicidad, que no permitas que palabras necias o actitudes negativas nos cambien de temperamento. Fortalécenos para ser fraternos y solidarios cuando tengamos que reprender y aconsejar, para que nuestra corrección fraterna sea compasiva, bondadosa y misericordiosa. Gracias, Señor, por aquellas personas que nos han corregido a lo largo de nuestras vidas. Danos Señor, la ocasión de pedir los dones de la sabiduría, inteligencia y discernimiento. Bendícenos, guárdanos y protégenos. Amén.
Un miércoles fraternal y compasivo.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Hoy el Evangelio nos habla de la corrección fraterna (cf. Mt 18, 15-20), que es una de las expresiones más grandes del amor, y también una de las que requieren un mayor esfuerzo, porque no es fácil corregir a los demás. Cuando un hermano en la fe comete una falta contra ti, tú, sin rencor, ayúdalo, corrígelo. Ayudar corrigiendo. Pero, por desgracia, lo primero que se suele crear en torno a quien se equivoca son las habladurías, mediante las que todo el mundo se entera del error, con todos los detalles, ¡menos el interesado! (…) Jesús, en cambio, nos enseña a comportarnos de otra manera. Esto es lo que dice hoy: "Si tu hermano comete una falta contra ti, ve y repréndelo entre tú y él a solas" (v. 15). Háblale "cara a cara", háblale lealmente, para ayudarlo a entender en qué se equivoca. Y esto hazlo por su bien, superando la vergüenza y encontrando el verdadero valor, que no es hablar mal de él a sus espaldas, sino decirle las cosas a la cara con mansedumbre y amabilidad. (…) ¿Y si sigue sin entender? Entonces, dice Jesús, involucra a la comunidad. Pero también en este caso, seamos claros: no se trata de poner a la persona en la picota, de avergonzarla públicamente, sino de unir los esfuerzos de todos para ayudarla a cambiar. Señalar con el dedo a las personas no es bueno; de hecho, a menudo hace más difícil que quien se ha equivocado reconozca su propio error. Más bien, la comunidad debe hacerle sentir a él o a ella que, a la vez que condena el error, está cerca de la persona con la oración y el afecto, siempre dispuesta a ofrecer el perdón, la comprensión, y a empezar de nuevo. (Ángelus, 10 de septiembre de 2023)