Por el gran regalo de la vida estamos agradecidos y dispuestos a hacer tu santa voluntad. Iniciar nuestra jornada puestos en tus manos es la mayor alegría y el gozo de saber que tú caminas a nuestro lado y que lo realizado será para glorificarte, aunque sabemos que tendremos obstáculos que superar pero que gracias a Ti no serán motivo de tristeza. Las cruces son siempre duras de llevar y estamos tentados a refunfuñar y revelarnos ante los sufrimientos y pruebas de la vida. Pero Tú, Señor, fuiste delante de nosotros: cargaste con la cruz por nosotros y moriste por ello, después resucitaste. Eres más fuerte que la muerte. La necedad y el escándalo de la cruz nos ha salvado de nuestras culpas y de la muerte. La cruz fue tu camino hacia la victoria. Para todos nosotros, discípulos tuyos, éste es el camino para la vida y la resurrección.
Sabemos, Señor, que estamos constantemente presionados y de culparte por el mal que existe. Haznos comprender el valor redentor del sufrimiento. Danos tu mentalidad y ayúdanos a ser verdaderos discípulos, comprometidos contigo y con nuestros hermanos incluso a costa del sufrimiento. Danos fuerza para seguir tu camino y que lo hagamos en fe y esperanza. Gracias, Señor, porque sabremos que en todo momento levantaremos la mirada y contemplaremos tu cruz redentora, salvadora y esperanzadora. Te bendecimos y te glorificamos. Amén.
Que sea un muy feliz y esperanzador fin de semana para todos. Los abrazo y los bendigo.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
«De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna» (Jn 3,14-15). Este es el cambio radical, ha llegado a nosotros la serpiente que salva: Jesús, que, elevado sobre el mástil de la cruz, no permite que las serpientes venenosas que nos acechan nos conduzcan a la muerte. Ante nuestras bajezas, Dios nos da una nueva estatura; si tenemos la mirada puesta en Jesús, las mordeduras del mal no pueden ya dominarnos, porque Él, en la cruz, ha tomado sobre sí el veneno del pecado y de la muerte, y ha derrotado su poder destructivo. Esto es lo que ha hecho el Padre ante la difusión del mal en el mundo; nos ha dado a Jesús, que se ha hecho cercano a nosotros como nunca habríamos podido imaginar: «A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro» (2 Co 5,21). Esta es la infinita grandeza de la divina misericordia: Jesús que se ha “identificado con el pecado” en favor nuestro, Jesús que sobre la cruz —podríamos decir— “se ha hecho serpiente” para que, mirándolo a Él, podamos resistir las mordeduras venenosas de las serpientes malignas que nos atacan. (…) este es el camino, el camino de nuestra salvación, de nuestro renacimiento y resurrección: mirar a Jesús crucificado. Desde esa altura podemos ver nuestra vida y la historia de nuestros pueblos de un modo nuevo. Porque desde la Cruz de Cristo aprendemos el amor, no el odio; aprendemos la compasión, no la indiferencia; aprendemos el perdón, no la venganza. Los brazos extendidos de Jesús son el tierno abrazo con el que Dios quiere acogernos. Y nos muestran la fraternidad que estamos llamados a vivir entre nosotros y con todos. Nos indican el camino, el camino cristiano; no el de la imposición y la coacción, del poder o de la relevancia, nunca el camino que empuña la cruz de Cristo contra los demás hermanos y hermanas por quienes Él ha dado la vida. (Homilía, Nur-Sultan, Kazakhstan, 14 de septiembre de 2022)