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15-ago.-2024, jueves de la 19.ª semana del Tiempo Ordinario

ASUNCIÓN DE LA VIRGEN 

Un nuevo día nace para cada uno de nosotros y nuestra motivación es de darte gracias porque hemos podido despertar y contemplar la grandeza de tu amor. Nos regalas vida abundante, llena de salud y motivaciones suficientes para amar y servir a nuestros dos hermanos. Este día, enmarcado de una manera muy especial en el amor de nuestra madre santísima y madre tuya, nuestro corazón salta de gozo por su intercesión, amor y su ternura. 

Ahora te honramos y te veneramos: Madre, eres llena de gracia, porque tu vida es para nosotros puerta de amor y gracias de obediencia; tu maternidad nos devuelve la dignidad de hijos queridos. Tú has sido llevada al cielo en cuerpo y alma, para participar en el triunfo definitivo sobre la muerte de Jesús, tu Hijo amado. A ti Madre, el Padre celestial te premió porque en la tierra serviste humildemente a sus planes como la primera de los que creen. Danos tu actitud de confianza, apertura a su voluntad, ayúdanos para que venzamos en nosotros al mal y a la muerte, y guíanos por caminos de amor y de servicio. Concédenos, celestial princesa, tu humildad y sencillez, tu obediencia y confianza, tu compañía y auxilio para que siempre cumplamos la voluntad del Padre celestial. ¡María, madre del amor y la ternura, ruega por nosotros!

Gracias, Señor, por darnos el Regalo más hermoso en el Corazón de tu Santísima Madre. Acompáñanos y guíanos por el camino del bien y que podamos exclamar como ella: «HÁGASE EN MI SEGÚN TU PALABRA». 

Feliz y bendecido jueves Mariano y vocacional.

ORACIÓN A LA ASUNCIÓN 

Alégrate y gózate Hija de Jerusalén mira a tu Rey que viene a ti, humilde, a darte tu parte en su victoria. 
Eres la primera de los redimidos porque fuiste la adelantada de la fe. 
Hoy tu Hijo, te viene a buscar, Virgen y Madre: “Ven amada mía”, te pondré sobre mi trono, prendado está el Rey de tu belleza.
Te quiero junto a mí para consumar mi obra salvadora, ya tienes preparada tu “casa” donde voy a celebrar las Bodas del Cordero:

* Templo del Espíritu Santo
* Arca de la nueva alianza
* Horno de barro, con pan a punto de mil sabores.
Mujer vestida de sol, tu das a luz al Salvador que empuja hacia el nuevo nacimiento.

Dichosa tú que has creído, porque lo que se te ha dicho de parte del Señor, en ti ya se ha cumplido.

María Asunta, signo de esperanza y de consuelo, de humanidad nueva y redimida, danos de tu Hijo, ser como tú llena del Espíritu Santo, para ser fieles a la Palabra que nos llama a ser, también como tú, sacramentos del Reino.

Hoy tu «sí», María, tu fiat, se encuentra con el sí de Dios a su criatura en la realización de su alianza, en el abrazo de un solo sí. Amén.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Hoy, solemnidad de la Asunción de la Virgen María, contemplamos su ascensión en cuerpo y alma a la gloria del Cielo. También el Evangelio de hoy nos la presenta ascendiendo, esta vez a una "región montañosa" (Lc 1, 39). ¿Y por qué sube? Para ayudar a su prima Isabel, y allí proclama el cántico gozoso del Magnificat. María sube y la Palabra de Dios nos revela lo que la caracteriza mientras sube: El servicio al prójimo y la alabanza a Dios. (…)  Y cuando nos agachamos para servir a nuestros hermanos y hermanas es cuando subimos: es el amor lo que eleva la vida. Nosotros vamos a servir a nuestros hermanos y hermanas y por este servicio vamos "subiendo". Pero servir no es fácil: la Virgen, que acaba de concebir, recorre casi 150 kilómetros para llegar a casa de Isabel desde Nazaret. Ayudar tiene su precio, a todos nosotros. (…) Pero el servicio corre el riesgo de ser estéril sin la alabanza a Dios. En efecto, cuando María entra en casa de su prima, alaba al Señor. No habla de su cansancio por el viaje, sino que de su corazón brota un cántico de júbilo. Porque quien ama a Dios sabe alabar. Y el Evangelio de hoy nos muestra "una cascada de alabanzas": el niño salta de alegría en el seno de Isabel (cf. Lc 1,44), que pronuncia palabras de bendición y "la primera bienaventuranza": "Feliz de ti por haber creído" (Lc 1,45); y todo culmina en María, que proclama el Magnificat (cf. Lc 1,46-55). La alabanza aumenta la alegría. La alabanza es como una escalera: eleva los corazones. (Ángelus, 15 de agosto de 2023)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.