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15-sep.-2023, viernes de la 23.ª semana del Tiempo Ordinario

«María lleva en sus ojos todo el martirio de su corazón y al mismo tiempo en su mirada todo el sufrimiento de Jesús»

Un buen descanso y ahora un buen inicio de día colocados por supuesto en las manos del Señor.  Después de contemplar la Cruz de Jesús,  contemplemos a nuestra Madre que “está junto a la Cruz”. Hoy hacemos memoria de Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores. Contemplemos su imagen serena, “María lleva en sus ojos todo el martirio de su corazón y al mismo tiempo en su mirada todo el sufrimiento de Jesús. Lo interior y lo exterior de María se han encontrado en el espejo de sus ojos, convertidos en un lago insondable de amor y de dolor”.

Danos el valor de enfrentar y asumir las dificultades de la vida y de llevar nuestras cruces y las de los otros, unidos a María, nuestra Madre Dolorosa, en tu servicio.

Danos suficiente confianza en ti para mantenernos fieles y para creer y esperar en tu amor, incluso en el abismo del sufrimiento.

Madre del dolor y la soledad, Señora de la agonía y el sufrimiento, hoy nos colocamos en tu santo regazo para enjugar tus lágrimas y las nuestras a causa de nuestras culpas, y queremos hacerlo pidiendo perdón por todos los momentos de sufrimiento. Sabemos que las penas y sufrimientos son inevitables para los que te seguimos. Madre, tus lágrimas siguen siendo las nuestras, tu dolor nuestro dolor y tu intercesión nuestra alegría y esperanza. Gracias, Madre, por tu ternura y tu maternal amor.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

El sufrimiento del Hijo agonizante, que cargaba sobre sí los pecados y los padecimientos de la humanidad, la atravesó también a Ella. Jesús desgarrado en la carne, hombre de dolores desfigurado por el mal (cf. Is 53,3); María desgarrada en el alma, Madre compasiva que recoge nuestras lágrimas y al mismo tiempo nos consuela, señalándonos la victoria definitiva en Cristo.

Y María Dolorosa al pie de la cruz simplemente permanece. Está al pie de la cruz. No escapa, no intenta salvarse a sí misma, no usa artificios humanos y anestésicos espirituales para huir del dolor. Esta es la prueba de la compasión: permanecer al pie de la cruz. Permanecer con el rostro surcado por las lágrimas, pero con la fe de quien sabe que en su Hijo Dios transforma el dolor y vence la muerte.

Y también nosotros, mirando a la Virgen Madre Dolorosa, nos abrimos a una fe que se hace compasión, que se hace comunión de vida con el que está herido, el que sufre y el que está obligado a cargar cruces pesadas sobre sus hombros. Una fe que no se queda en lo abstracto, sino que penetra en la carne y nos hace solidarios con quien pasa necesidad. Esta fe, con el estilo de Dios, humildemente y sin clamores, alivia el dolor del mundo y riega los surcos de la historia con la salvación. (Homilía, Šaštín, Eslovaquia, 15 septiembre 2021)

ORACIÓN  A LA VIRGEN DE LOS DOLORES

Señora y Madre nuestra: tu estabas serena y fuerte junto a la cruz de Jesús. Ofrecías tu Hijo al Padre para la redención del mundo.

Lo perdías, en cierto sentido, porque él tenía que estar en las cosas del Padre, pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo, en el Amigo que da la vida por sus amigos.

María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús: “Ahí tienes a tu hijo”, “ahí tienes a tu Madre”.

¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan! Queremos llevarte siempre a nuestra casa. Nuestra casa es el lugar donde vivimos. Pero nuestra casa es sobre todo el corazón, donde mora la Trinidad Santísima. Amén.

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.