Bendecimos alabamos y glorificamos tu santo nombre, Señor, en este nuevo día que nos regalas. Nuestra experiencia de fe y de amor en ti nos llevará y nos conducirá por los caminos del bien en favor de nuestros hermanos. Tu mensaje profético, al igual que el de Isaías, está lleno de llamadas a aliviar las carencias de hambrientos y sedientos. Qué hermoso será para nosotros si como tú llegamos a ser ricos en misericordia y llenos de compasión hacia nuestros hermanos. Danos la fortaleza de espíritu para que no solamente conozcamos lo que nos exiges, sino que lo practiquemos con corazón sincero, compartiendo nuestros sentimientos y nuestro pan con el hambriento y soltando las ataduras de la injusticia, del egoísmo y la soledad, para que tu luz brille por medio de nosotros y tu curación se extienda por todas partes.
Señor, quieres permanecer con nosotros como fuente de nuestra vida y de nuestra alegría. Que sepamos reconocer tu presencia entre nosotros en los débiles y afligidos, en los tristes y solitarios. Que este primer viernes de nuestro tiempo de Cuaresma sea de verdadera abstinencia de hacer el mal, de hablar mal, abstinencia de egoísmos, mentira y negativismos, ayuno de malos pensamientos.
Bendecidos en tu bondad y amor, permite que todo lo que realicemos de palabra y obra sea nuestro verdadero camino de conversión. Amén.
“HAY MÁS ALEGRÍA EN DAR QUE EN RECIBIR”.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
«El Señor da la salvación dentro de un pueblo, en la pertenencia a un pueblo». ¿cuál es el ayuno que quiere el Señor? «ayuno que se preocupa de la vida del hermano, que no se avergüenza de la carne del hermano, como dice Isaías mismo». En efecto, «nuestra perfección, nuestra santidad va adelante con nuestro pueblo, en el cual somos elegidos e introducidos». Y «nuestro acto de santidad más grande es precisamente en la carne del hermano y en la carne de Jesucristo». (…) Es ir a partir el pan con el hambriento, asistir a los enfermos, a los ancianos, a quienes no pueden darnos nada a cambio: eso es no avergonzarse de la carne». (…) Cuando doy limosna, ¿dejo caer la moneda sin tocar la mano? Y si por casualidad la toco, ¿lo hago de prisa?», preguntó haciendo el gesto de quien se lava las manos. Y dijo: «Cuando doy limosna, ¿miro a los ojos de mi hermano, de mi hermana? Cuando sé que una persona está enferma, ¿voy a visitarla? ¿La saludo con ternura?». Los hipócritas no saben acariciar, olvidaron cómo se hace. (…) «no avergonzarse de la carne de nuestro hermano: es nuestra carne». Y «seremos juzgados», precisamente sobre nuestro comportamiento hacia «este hermano, esta hermana» y no ciertamente «sobre el ayuno hipócrita». (Homilía Santa Marta, 7 de marzo del 2014)