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16-feb.-2025, domingo de la 6.ª semana del T. O.

El Señor nos ayuda a abrir los ojos, a adquirir una visión más penetrante de la realidad, a curarnos de la miopía crónica que el espíritu mundano nos contagia.

Despertar para contemplar las grandezas de tu amor alegran nuestros corazones y nos llena de sentimientos de gratitud por todo lo recibido durante esta semana, pero ante todo por tu presencia en nuestras vidas y en nuestros hermanos. Una muy linda invitación que nos haces para seguir compartiendo tu vida con nosotros es que tu seguimiento implica sacrificio y renuncia, pero que siempre estás con nosotros para fortalecernos en nuestras debilidades. Nos llamas a elegir libremente y con responsabilidad el tipo de felicidad que perdure.

Hoy las Bienaventuranzas nos mueven a reconocer que no toda riqueza está en los bienes materiales y en el poder. Danos la capacidad de entender que el camino que recorremos implica sacrificio y entrega, pero que al final tendremos la recompensa que nos prometes. Seremos recompensados en abundancia y riqueza espiritual y nos ayudas a comprender que la tristeza será convertida en alegría y felicidad, la pobreza en verdadera riqueza de corazón y el cansancio y la soledad en consuelo y esperanza en tu presencia. Danos el valor para poner toda nuestra confianza y esperanza en Ti, de modo que te sigamos en tu camino de entrega y obtengamos la verdadera felicidad. 

Las palabras de Jeremías nos inspiren: «Bendito quien confía en el Señor y pone en Él su confianza». A Ti te glorificamos, te bendecimos y te damos gracias. Nuestra Madre Santísima nos ayude a cumplir tu santa voluntad. Amén. 

Un muy feliz y descansado Domingo.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Las Bienaventuranzas de Jesús son un mensaje decisivo que nos empuja a no depositar nuestra confianza en las cosas materiales y pasajeras, a no buscar la felicidad siguiendo a los vendedores de humo —que tantas veces son vendedores de muerte—, a los profesionales de la ilusión. No hay que seguirlos, porque son incapaces de darnos esperanza. El Señor nos ayuda a abrir los ojos, a adquirir una visión más penetrante de la realidad, a curarnos de la miopía crónica que el espíritu mundano nos contagia. Con su palabra paradójica nos sacude y nos hace reconocer lo que realmente nos enriquece, nos satisface, nos da alegría y dignidad. En resumen, lo que realmente da sentido y plenitud a nuestras vidas. ¡Qué la Virgen María nos ayude a escuchar este Evangelio con una mente y un corazón abiertos, para que dé fruto en nuestras vidas y seamos testigos de la felicidad que no defrauda, la de Dios que nunca defrauda! (Ángelus, 17 de febrero de 2019)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.