¡Hoy resucitaste, Señor! y nos libraste de la muerte Hoy tenemos la certeza de que ¡tu sepulcro está vacío!
Hoy es una mañana de felicidad, de alegría, de gozo, porque nos has librado de tantas esclavitudes. Hoy renacemos a una vida nueva. Después de celebrar nuestra Semana Santa, este domingo de Pascua llega como un rayo de esperanza. Hemos vivido de cerca tu muerte y en ella hemos hecho memoria de todas nuestras muertes. Las muertes que vivimos día a día en nuestras personas, en nuestras familias, en nuestra cotidianidad, en las injusticias e indiferencias. Ante el sepulcro vacío, los que creemos en Ti comprendemos que no cabe en nuestras vidas lugar para la desesperanza.
Somos ahora hombres y mujeres de esperanza. Sabemos, desde la fe, que para Ti y el Padre celestial no hay ningún caso desesperado. Por más difíciles, por más amenazadores, que sean nuestros problemas, mantenemos firme la esperanza, porque Tú has resucitado. Tu resurrección nos compromete con la esperanza. Nos llamas a trabajar por crear esperanza a nuestro alrededor. Por regalarla a nuestros hermanos como se nos regala la luz del cirio pascual que nos comienza a iluminar. Ayúdanos para que con nuestra forma de comportarnos día a día vayamos regalando vida y esperanza. Para que nadie se sienta desesperado. Que este gozo de alegría llene nuestros corazones para que de palabra y de obra anunciemos que somos hombres y mujeres renovados en amor y servicio, porque hemos muerto al hombre viejo y hemos resucitado Contigo para vivir en amor, en fe y en esperanza. Concédenos vivir y experimentar la alegría de tu Resurrección. Amén.
Feliz, alegre y esperanzador Domingo de Resurrección. ¡FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Hoy resuena en todo el mundo el anuncio que salió hace dos mil años desde Jerusalén: “Jesús Nazareno, el Crucificado, ha resucitado” (…) Jesucristo ha resucitado, y sólo Él es capaz de quitar las piedras que cierran el camino hacia la vida. Más aún, Él mismo, el Viviente, es el Camino; el Camino de la vida, de la paz, de la reconciliación, de la fraternidad. Él nos abre un pasaje que humanamente es imposible, porque sólo Él quita el pecado del mundo y perdona nuestros pecados. Y sin el perdón de Dios esa piedra no puede ser removida. Sin el perdón de los pecados no es posible salir de las cerrazones, de los prejuicios, de las sospechas recíprocas o de las presunciones que siempre absuelven a uno mismo y acusan a los demás. Sólo Cristo resucitado, dándonos el perdón de los pecados, nos abre el camino a un mundo renovado. Sólo Él nos abre las puertas de la vida, esas puertas que cerramos continuamente con las guerras que proliferan en el mundo. (…) ¡La tumba de Jesús está abierta y vacía! Aquí es donde todo comienza. Por ese sepulcro vacío pasa el camino nuevo, el que ninguno de nosotros sino sólo Dios ha podido abrir: el camino de la vida en medio de la muerte, el camino de la paz en medio de la guerra, el camino de la reconciliación en medio del odio, el camino de la fraternidad en medio de la enemistad. (Urbi et orbi, 31 de marzo de 2024)