En esta mañana tan especial para nosotros, por el don de la vida que nos concedes y porque podemos honrar a Nuestra Madre Santísima en esta advocación tan hermosa de Nuestra Señora del Carmen, elevamos nuestras oraciones pidiendo a tu Santísima Madre que interceda por nosotros, como en aquella ocasión en que Ella manifestó su amor a un grupo de ermitaños que comenzó a venerarla en las laderas de la cordillera del Carmelo y los hizo participes de su intercesión.
La belleza del Carmelo debió mostrar aquella otra belleza que te adornó a ti; tu docilidad a la oración callada y tu fe inquebrantable son signos de tu humildad y grandeza. A ti, Madre, se te pueden aplicar con razón las palabras del profeta Isaías: “Le han dado la gloria del Líbano, y el esplendor del Carmelo”. Madre, te pedimos que nos acojas en tu santo regazo y nos protejas con tu manto sagrado. Enséñanos a ser humildes y sencillos, a cumplir la voluntad del Padre y a guardar, como tú lo hacías, su palabra en nuestros corazones y a ponerla en práctica. Al igual que a san Simón Stock, nos regales tu escapulario que nos proteja por delante, para que sea una coraza de amor y por detrás nos proteja de todo mal. Que en este día vayamos a nuestros hermanos y les comuniquemos la Buena Nueva del amor. Ponemos en tus manos esta semana que iniciamos. Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios. MADRE DEL MONTE CARMELO, INTERCEDE POR NOSOTROS QUE ACUDIMOS A TI. Amén.
Feliz y mariano martes.
ORACIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN
Oh Virgen María, Madre de Dios, Madre también de los pecadores y especial protectora de los que visten tu sagrado Escapulario, por lo que su Divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo, el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que te pido, si conviene para su mayor honra y gloria y bien de mi alma; que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa.
Quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente y uniendo mi voz con sus afectos, te saludo una y mil veces diciendo: (Tres Avemarías).
Virgen Santísima del Carmen, yo deseo que todos, sin excepción, se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo escapulario y que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de ésta, tu querida insignia.
¡Oh Hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante su sagrada imagen y concédenos benigna tu amorosa protección. Te encomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre el Papa y la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos.
Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos, cómo ofenden a tu Divino Hijo y a tantos infieles cómo gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Amén.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Hoy puede ser «un día de examen de conciencia», como un «estribillo» espiritual las palabras pronunciadas por el Señor a las ciudades que no siguieron sus enseñanzas: «“Ay de ti, ay de ti”, porque te di tanto, me di a mí mismo, te elegí para ser cristiano, para ser cristiana, y prefieres una vida a medias, una vida superficial: sí, un poco de cristianismo y de agua bendita, pero nada más». De hecho, explicó, «cuando vivimos esta hipocresía cristiana, lo que hacemos es alejar a Jesús de nuestros corazones. Fingimos que lo tenemos con nosotros, pero lo hemos echado. Somos cristianos, orgullosos de ser cristianos, pero vivimos como paganos». (…) Y «este hábito nos hace mal, porque reducimos el Evangelio a un hecho social, sociológico, y no a una relación personal con Jesús». «En realidad —continuó Francisco— Jesús me habla, te habla, nos habla a cada uno de nosotros. El llamamiento de Jesús es para cada uno de nosotros». Y luego uno se pregunta: «¿Cómo es que esos paganos que, tan pronto como escuchan el sermón de Jesús, van con él y yo, que he nacido aquí en una sociedad cristiana y para mí el cristianismo es como un hábito social, una prenda que me pongo y luego la dejo?». Así es como «Jesús llora por cada uno de nosotros cuando vivimos el cristianismo formalmente, al menos no realmente» (Homilía Santa Marta, 5 de octubre de 2018).