Un amanecer esperanzador y lleno de optimismo es el que nos regalas, Señor, para iniciar alegremente nuestra semana y hacerlo con pensamiento positivo y con tu maravilloso sueño y propósito de unirnos a todos como hermanos.
No permitas que tengamos mesas separadas o reservas de mesa excluyentes ni en la eucaristía ni en la vida normal de nuestro diario vivir. Sea cual sea nuestra condición humana, ricos o pobres, santos o pecadores, sanos y robustos o débiles y enfermos, guárdanos siempre unidos en mutuo respeto y amor, en humildad y sencillez. Danos la fe y la confianza de aquel Centurión para decirte que no somos dignos, pero que confiamos ciegamente en Ti. Que este inicio de semana sea para nosotros una motivación para servir en generosidad, bondad, humildad y constancia, entregando nuestros corazones en bien de nuestros hermanos y contando con tu presencia. Danos la alegría de poder hacerlo en tu nombre e inspirados por el Espíritu santo.
Hoy también veneramos la memoria de los santos Cornelio y Cipriano, que en días de persecución testimoniaron ante Dios y el mundo su amor por la verdad indefectible y fueron víctimas ilustres de las persecuciones de Decio y Valeriano. Cornelio, siendo Papa, fue confinado por el emperador galo en Civitavecchia, donde murió en el año 253. Cipriano fue relegado en Capo Bon y decapitado en Cartago en el año 258, dando testimonio de su amor a Cristo ante los fieles. Que estos dos santos mártires intercedan por nosotros. Amén.
Esperanzador y positivo lunes y buen inicio de semana. Con ánimo y optimismo vayamos a nuestras labores.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Pero quizá el reconocimiento más conmovedor de la pobreza de nuestra oración floreció de la boca de ese centurión romano que un día suplicó a Jesús que sanara a su siervo enfermo (cf. Mt 8,5-13). Él se sentía completamente inadecuado: no era judío, era oficial del odiado ejército de ocupación. Pero la preocupación por el siervo le hace osar, y dice: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano» (v. 8). Es la frase que también nosotros repetimos en cada liturgia eucarística. Dialogar con Dios es una gracia: nosotros no somos dignos, no tenemos ningún derecho que reclamar, nosotros “cojeamos” con cada palabra y cada pensamiento… Pero Jesús es la puerta que nos abre a este diálogo con Dios. (…) Un Dios que ama al hombre, nosotros nunca hubiéramos tenido la valentía de creerlo, si no hubiéramos conocido a Jesús. El conocimiento de Jesús nos ha hecho entender esto, nos ha revelado esto. (Audiencia general, 3 de marzo de 2021)