Al despertar me saciaré del gozo de tu presencia para darte gracias, alabar y bendecir tu nombre por el don de la vida, pero ante todo por estar a nuestro lado. Una nueva jornada que iniciamos y tu palabra nos invita a confiar en Ti.
Para ayudar a crecer hay que combinar el amor con la firmeza. Para educar son necesarios el cariño y la cercanía, a la vez que la orientación y la guía. Como buen maestro combinas sabiamente ambos principios. Muchas veces te vemos con palabras de paciencia y comprensión. Y otras, nos cuestionas y confrontas. Igual que ayer, nos dices que no deberíamos pedir signos extraordinarios, sino aprender a ver tu presencia y la acción salvífica en los acontecimientos de la vida. Tus discípulos vieron los signos que realizaste entre ellos. Nosotros también tendremos que abrir nuestros ojos y oídos a las obras buenas que Tú haces continuamente entre nosotros.
Cuando no vemos claro en la vida, cuando el sufrimiento nos viene, tendemos a echarte la culpa a otros, a Ti o a la gente. Ayúdanos a comprender en qué medida el mal que nos rodea procede de nosotros mismos, de nuestra codicia de riquezas y de poder y de nuestro egoísmo. Confiar en Ti es saber que no nos hará falta la solidaridad, la bondad y el amor para compartir.
Danos ojos para ver y oídos para oír todas las obras buenas que tú haces por nosotros. Ayúdanos a animar y alegrar nuestras vidas unos a otros, con una sonrisa amable y una palabra cálida, ya que tú eres la luz de nuestras vidas, Tu nos guías y acompañas siempre. Amén.
Un muy bendecido y fructífero martes confiando en el amor de Dios. Mucha fe y esperanza.
ORACIÓN
Señor, estoy convencido de que tú siempre eres justo y que el deseo de tu corazón es nuestro bien. Por eso, Dios mío, me ofrezco para hacer tu voluntad y obedecerte en todo, incluso en aquellas cosas que mi mente no alcance a entender; sólo te pido que me nutras con tu gracia para sobreponerme a la tendencia de ser rebelde y no confiar plenamente en ti.
Pensamientos para el Evangelio de hoy (evangeli.net)
* «Arrojad, pues, de vosotros la mala levadura, vieja ya y agriada, y transformaos en la nueva, que es Jesucristo. Impregnaos de la sal de Cristo, a fin de que nadie se corrompa entre vosotros, pues por vuestro olor seréis calificados» (san Ignacio de Antioquía).
* «Jesucristo, denunciando la “levadura” de Herodes, desenmascara una de las facetas de la tentación pecaminosa: la apariencia de realismo. Al tomar decisiones es cuando emerge la pregunta: ¿qué es lo que cuenta verdaderamente en mi vida?» (Benedicto XVI)
* «Como la levadura en la masa, la novedad del Reino debe fermentar la tierra con el Espíritu de Cristo. Debe manifestarse por la instauración de la justicia en las relaciones personales y sociales, económicas e internacionales, sin olvidar jamás que no hay estructura justa sin seres humanos que quieran ser justos» (Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 2832).