«En la mañana, hazme escuchar tu gracia y mi boca proclamará tus maravillas». Estas palabras para darte gracias y bendecir tu Santo Nombre nos ayudan a comprender las grandezas de tu amor. Hoy, Señor, tomamos las palabras de Isaías. Él sigue anunciando la fidelidad de Dios. Nos pide que caminemos por sendas de justicia, que busquemos los signos de Dios en nuestro diario vivir, que no desconfiemos nunca. La confianza del profeta en Dios es total. Nos pide que nos abandonemos confiadamente en los brazos de Dios, con la consciencia y la seguridad de que Él guiará nuestros pasos. Esta es nuestra liberación. Pero no nos eximirá de los sufrimientos del camino que, también experimentados en los brazos de Dios, son llevaderos.
Hoy nos invitas a confiar plenamente en ti porque no importan los obstáculos del camino, siempre vas a nuestro lado y nos sostienes. Nos invitas a descargar nuestros agobios en Ti, aprendiendo la clave de tu mansedumbre: el amor por encima de todas las cosas. Qué diferente es el sentimiento al hacer las cosas en situaciones difíciles cuando contamos con la presencia de un amigo en quien descansar y que, por encima de todo, nos manifiesta su amor desagobiándonos. ¡Cuánta bondad y misericordia en tus palabras!: «Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». Gracias, Señor, porque retomamos las fuerzas para el camino y la fortaleza para afrontar las situaciones de este día. Ayúdanos, Señor, a fortalecer la fe y la confianza en ti para nuestros hermanos y hacer ver que “NADA HAY IMPOSIBLE, PARA EL QUE CONFÍA EN TI”.
Un muy feliz, esperanzador y colaborador jueves. “Ayúdate, que yo te ayudaré”. Bendiciones
PALABRAS DEL SANTO PADRE
La invitación del Señor es sorprendente: llama para que lo sigan a personas sencillas y sobrecargadas por una vida difícil, llama para que lo sigan a personas que tienen tantas necesidades y les promete que en Él encontrarán descanso y alivio. La invitación está dirigida de manera imperativa: «venid a mí», «tomad mi yugo», «aprended de mí». (…) Recordemos entonces estas palabras del Señor, que nos dan tanto consuelo y nos ayudan a entender si estamos poniendo nuestras fuerzas al servicio del bien. Efectivamente, a veces nuestro cansancio está causado por haber depositado nuestra confianza en cosas que no son lo esencial, porque nos hemos alejado de lo que vale realmente en la vida. Que el Señor nos enseñe a no tener miedo de seguirle, para que la esperanza que ponemos en Él no sea defraudada. Estamos llamados a aprender de Él qué significa vivir de misericordia para ser instrumentos de misericordia. Vivir de misericordia para ser instrumentos de misericordia: vivir de misericordia es sentirse necesitado de la misericordia de Jesús, y cuando nosotros nos sentimos necesitados de perdón, de consolación, aprendemos a ser misericordiosos con los demás. Tener la mirada fija en el Hijo de Dios nos hace entender cuánto camino debemos recorrer aún; pero al mismo tiempo nos infunde la alegría de saber que estamos caminando con Él y que no estamos nunca solos. Ánimo, entonces, ¡ánimo! No nos dejemos quitar la alegría de ser discípulos del Señor. (Audiencia general, 14 de septiembre de 2016)
Pensamientos para el Evangelio de hoy (evangeli.net)
* «La carga de Cristo es tan leve que levanta; no serás oprimido por ella. Piensa que esta carga sea para ti tal cual es el peso de las alas para las aves; si las aves tienen el peso de las alas, se elevan; si lo pierden, quedarán en tierra» (san Agustín).
* «La mansedumbre y humildad de Jesús llegan a ser atractivas para quien es llamado a acceder a su escuela: ‘Aprended de mí’. Jesús es ‘el testigo fiel’ del amor con el que Dios nutre al hombre» (san Juan Pablo II).
* «Esta insistencia, inequívoca, en la indisolubilidad del vínculo matrimonial pudo causar perplejidad y aparecer como una exigencia irrealizable. Sin embargo, Jesús no impuso a los esposos una carga imposible de llevar y demasiado pesada (cf. Mt 11, 29-30), más pesada que la Ley de Moisés. Viniendo para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1615).