Bendecida mañana de descanso en este lunes y bendecido día para agradecerte lo que de Ti recibimos: el don de la vida, la salud y la familia. Son las mayores riquezas que nos has dado.
Hoy te damos gracias y te pedimos nos ayudes a ser generosos y saber compartir lo mucho o lo poco que poseemos. Hoy surgen inquietudes que te pedimos nos ayudes a saber discernir: este joven del relato evangélico había ido expresamente a encontrarse contigo, «se fue triste» y asocia esa tristeza a una razón: «porque era muy rico». Pero es probable que esa no fuera la única causa de su entristecerse sino el hecho de que Tú le invites tan claramente a compartir: «anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres».
Lo has mirado con cariño, pero sabes que no ha descubierto lo esencial. Y le lanzas tu propuesta: te falta una cosa. Una cosa que implica un cambio radical un cambio en generosidad, porque supone transformar la mentalidad: «deja lo tuyo» y acoge mi invitación: ¡VENTE CONMIGO! Hoy nos haces la invitación a cada uno de nosotros a dejarlo todo por seguirte, pero debemos comprender tus palabras: dejarlo todo debe implicar una renuncia a lo negativo, a no apegarnos únicamente a lo material o a lo que el mundo nos propone, sino a confiar en ti: «Dios Proveerá».
Que, a ejemplo de san Bernardo, tu profeta de unidad y de reconciliación a quien celebramos hoy, nosotros también hallemos la fuerza para hablar y actuar, en la oración y contemplación, para que podamos ver las realidades más profundas de la vida, con ojos de fe y amor, con generosidad de corazón y con plena confianza en Ti. Amén.
Un muy feliz y generoso lunes, viviendo y compartiendo nuestra generosidad, nuestra bondad y solidaridad con todas las personas que encontremos a nuestro alrededor. Feliz día de descanso.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
¿Qué le faltaba a ese hombre rico? El don, la gratuidad: «Vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres» (v. 21). Esto es lo que quizás también nos falta a nosotros. A menudo hacemos lo mínimo indispensable, mientras que Jesús nos invita a hacer lo máximo posible. ¡Cuántas veces nos conformamos con los deberes —los preceptos, alguna oración y muchas cosas así—, mientras Dios, que nos da la vida, nos pide impulsos de vida! En el Evangelio de hoy se ve claramente este paso del deber al don; Jesús comienza recordando los mandamientos: «No mates, no cometas adulterio, no robes ...» etc. (v. 19), y llega a la propuesta positiva: “¡Ve, vende, da, sígueme! (cf. v. 21). La fe no puede limitarse a los noes, porque la vida cristiana es un sí, un sí de amor. Hoy podemos preguntarnos: “¿Cuál es la situación de mi fe? ¿La vivo como algo mecánico, como una relación de deber o de interés con Dios? ¿Me acuerdo de alimentarla dejando que Jesús me mire y me ame?”. Dejarse mirar y amar por Jesús; dejar que Jesús nos mire, nos ame. “Y, atraído por Él, ¿correspondo con gratuidad, con generosidad, con todo el corazón? (Ángelus, 10 de octubre de 2021)