Amanece y vemos cómo las sombras de la noche van pasando y dando lugar a la luz de un nuevo día. Señor, Dios nuestro, Tú quieres que busquemos seguridad no observando la letra de la ley, sino buscando la seguridad de comprometernos en favor tuyo y de nuestros hermanos, con actitud de misericordia y servicio. Danos valor para arriesgarnos y sacrificarnos como Tú, entregándonos a ti a través de nuestros hermanos más necesitados, tomando parte en sus tristezas y alegrías, en sus desesperanzas y soledades, para que los conozcamos y sirvamos como tú nos conoces y nos sirves a nosotros. No permitas que pasemos por encima de tu amor y misericordia y, al contrario, humildes y sencillos cumplamos en todo momento tu mandato y tu voluntad de amarnos como tú nos amas y de servir como tú nos sirves. Ayúdanos a vivir el gran mandamiento del amor, no tanto como una orden que hay que obedecer, sino como un don precioso y bondadoso hacia nosotros. Al terminar esta semana, nuestro corazón te expresa sentimientos agradecidos por lo que hemos podido vivir y lo que hemos podido realizar, gracias a tu bondad y misericordia. Realiza en tu generosidad, prodigios en nuestros hermanos enfermos y necesitados, mantén en unidad y Armonía nuestras familias y a los que has llamado a tu lado concédeles gozar de tu presencia. Amén.
Feliz y santificado viernes.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Concluyendo ese diálogo con los fariseos, Jesús les recuerda una palabra del profeta Oseas (6, 6): «Id, pues, a aprender qué significa aquello de: misericordia quiero, que no sacrificio» (Mt 9, 13). Dirigiéndose al pueblo de Israel el profeta lo reprendía porque las oraciones que elevaba eran palabras vacías e incoherentes. A pesar de la alianza de Dios y la misericordia, el pueblo vivía frecuentemente con una religiosidad «de fachada», sin vivir en profundidad el mandamiento del Señor. Es por eso que el profeta insiste: «misericordia quiero», es decir la lealtad de un corazón que reconoce los propios pecados, que se arrepiente y vuelve a ser fiel a la alianza con Dios. (…) todos nosotros estamos invitados a la mesa del Señor. Hagamos nuestra la invitación de sentarnos al lado de Él junto a sus discípulos. Aprendamos a mirar con misericordia y a reconocer en cada uno de ellos un comensal nuestro. Somos todos discípulos que tienen necesidad de experimentar y vivir la palabra consoladora de Jesús. Tenemos todos necesidad de nutrirnos de la misericordia de Dios, porque es de esta fuente que brota nuestra salvación. (Audiencia general, 13 de abril de 2016)