Buenos, bendecidos y optimistas días. Que hoy sea un día pleno del amor de Dios en sentimientos y generosidad para realizar nuestras acciones y buenas obras colocados en sus manos y recordando que su amor no se agota y que sigue siendo generoso y compasivo. Que nuestra oración de este día sea para nosotros como una historia de verdadero amor.
Todo comenzó por la mirada que dirigiste a la madre. Y esta mirada provocó en ti una infinita compasión por aquella mujer desconsolada por el dolor. Pero tú eres compasivo y además de este impulso de tu corazón, tienes poder para cambiar nuestros destinos. Dices a la madre: “No llores”. El consuelo tiene su fuente en ti, que puedes despertar a los muertos. Y manifiestas este designio y esta voluntad de vida no por una nueva palabra, sino por un gesto, el de tocar el féretro. Y luego tu palabra que da la vida y levanta al joven que iban a enterrar. Al devolver el hijo a su madre, te revelas como Señor de la vida. Gracias, Señor, porque siempre te fijas en nuestras debilidades y pasas por el camino de nuestras angustias para decirnos como a la viuda: "no llores". Tú eres nuestro consuelo y esperanza en todo momento. Hoy te pedimos que toques nuestros corazones a veces muertos por nuestra falta de fe y confianza porque tú eres el único que nos la devuelves. Gracias por ser este impulso espiritual que nos llena de tu gracia y nos hace proclamar la grandeza de tu amor. Gracias por esta palabra alentadora y esperanzadora: LEVÁNTATE; ¡NO LLORES, no te quiero caído! A ti te alabamos te bendecimos, te glorificamos y te damos gracias. Permítenos la compañía de Nuestra Madre para que Ella anime con maternal cercanía y auxilio. Amén.
Un muy feliz, bendecido, consolador y productivo martes.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Gran compasión guía las acciones de Jesús: es Él quien detiene el cortejo tocando el féretro y, movido por la profunda misericordia hacia esta madre, decide afrontar la muerte, por así decir, cara a cara. Y la afrontará definitivamente, cara a cara, en la Cruz. (…) Cuando Jesús vio a esta madre llorar, ¡ella entró en su corazón! A la Puerta Santa cada uno llega llevando su propia vida, con sus alegrías y sus sufrimientos, sus proyectos y sus fracasos, sus dudas y sus temores, para presentarlos ante la misericordia del Señor. Estamos seguros de que, en la Puerta Santa, el Señor se acerca para encontrarse con cada uno de nosotros, para llevar y ofrecer su potente palabra de consolación: «no llores» (…) A cada uno de nosotros dice: «¡levántate!». Dios nos quiere de pie. Nos ha creado para estar de pie: por eso, la compasión de Jesús lleva a ese gesto de la sanación, a sanarnos, cuya palabra clave es: «¡levántate! ¡ponte de pie como te ha creado Dios!». De pie. «Pero, Padre, nosotros nos caemos muchas veces» —«¡Vamos, levántate!». Esta es la palabra de Jesús, siempre. (…) «¡levántate!». La palabra potente de Jesús puede hacernos levantar y obrar en nosotros también el paso de la muerte a la vida. Su palabra nos hace revivir, regala esperanza, da sosiego a los corazones cansados, abre una visión del mundo y de la vida que va más allá del sufrimiento y de la muerte. (Audiencia general, 10 agosto 2016)