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2-feb.-2024, viernes de la 4.ª semana del Tiempo Ordinario

Saber agradecerte lo que nos regalas en este día que comienza para cada uno de nosotros, es saber que comenzamos a disfrutar la vida

Saber agradecerte lo que nos regalas en este día que comienza para cada uno de nosotros, es saber que comenzamos a disfrutar la vida, a tener sentimientos de amor, generosidad y servicio, de disponibilidad y solidaridad. El ejemplo lo hemos recibido de José y María, fieles a las tradiciones de su pueblo, cumplen los tres ritos establecidos por la ley: La circuncisión a los ocho días de nacido, la imposición del nombre y la purificación de la madre. 40 días después de la Navidad ellos cumplen con el último requisito —la presentación en el templo— y allí esta Simeón, hombre justo, hombre de fe y esperanza, que espera tu llegada. Qué inmensa alegría debió sentir él por tu presencia salvadora. Ojalá nosotros podamos sentir esta alegría al contemplarte en nuestro diario vivir y saber que tu presencia está llena de bondad y misericordia, y esto nos ayuda a comprender que sin ti nada podemos hacer. Nuestros sentimientos nos ayuden a comprender y venerar hoy la grandeza de María que no se mide por lo que Dios le da como privilegio, sino por lo que Dios le pide. Más que a ninguno porque es tu entrega. Que no seamos nosotros con nuestras actitudes negativas los que impidamos que nuestros hermanos vivan la plenitud de tu amor y por el contrario te veamos como la verdadera luz que ilumina. Que no nos sintamos en tinieblas a veces por las “luces” mundanas de la indiferencia o el egoísmo que son diferentes a ti que eres la verdadera luz.

Tú haces brillar tu luz en nuestra oscuridad por eso acéptanos con nuestras debilidades y nuestros esfuerzos borrosos para buscar tu voluntad. Purifica nuestra fe en las diferentes pruebas de la vida y no permitas que guardemos tu luz escondida bajo la sombra de nuestra mediocridad, sino que brille en nuestras palabras y en nuestras buenas obras, para que iluminen los pasos de nuestros hermanos que buscan la verdad.

Un muy iluminado y santificado viernes. En este día tan especial, consagrémonos al amor de Dios y elevemos nuestra suplica por tantas mujeres y hombres que han consagrado sus vidas a sus hermanos y sirven de manera especial en esta vida religiosa. Gracias por su entrega y servicio. Nuestra Madre Santísima la Virgencita de la Candelaria los guarden y las guarden en su Santo Regazo.

QUE SEAMOS VERDADERAMENTE LUZ PARA NUESTROS HERMANOS. Bendiciones abundantes.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Fijémonos en Simeón y Ana que, aun teniendo una edad avanzada, no transcurrieron los días añorando un pasado que ya no volvería, sino que abrieron sus brazos al futuro que les salía al encuentro. Hermanos y hermanas, no desaprovechemos el presente mirando al pasado, o soñando un mañana que jamás llegará, sino que pongámonos ante el Señor, en adoración, y pidámosle una mirada que sepa ver el bien y discernir los caminos de Dios. El Señor nos la dará, si nosotros se la pedimos. Con alegría, con fortaleza, sin miedo. (…) Simeón tomó a Jesús en sus brazos (cf. v. 28). Esta es una escena tierna y densa de significado, única en los evangelios. Dios ha puesto a su Hijo en nuestros brazos porque acoger a Jesús es lo esencial, es el centro de la fe. A veces corremos el riesgo de perdernos y dispersarnos en mil cosas, de fijarnos en aspectos secundarios o de concéntranos en nuestros asuntos, olvidando que el centro de todo es Cristo, a quien debemos acoger como el Señor de nuestra vida. (Homilía de la Fiesta de Presentación, 2 de febrero de 2022)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.