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2-nov.-2022 miércoles de la 31.ª semana del Tiempo Ordinario

«Si me vas a recordar llorando no me recuerdes, pero si me recuerdas con alegría, recuérdame todos los días de tu vida»

Buen amanecer para todos y muchas bendiciones. Señor de la vida y de los vivos: tú eres el Dios de un amor que es más fuerte que la muerte ya que tú la destruiste para siempre. Te pedimos confiadamente que nuestros seres queridos, familiares y amigos estén en la seguridad de tu amor; que disfruten de tu paz y danos también a todos nosotros el valor para seguir enfrentando la vida dándole auténtico sentido, viviéndola en unión íntima contigo. A ti que eres la vida, te damos gracias por la certeza que nos das de que nuestros hermanos difuntos están en tus manos. No permitas que se inquiete nuestro corazón y un día gozoso reúnenos con todos los que hemos conocido y amado. Llévanos a todos hacia ti, tú que eres el camino, la verdad y la vida y que nos aseguras que nadie va al Padre sino por Ti.

Gracias por darnos la ocasión de recordar que las personas solamente mueren cuando nos olvidamos de ellas, pero, si las llevamos en nuestro corazón, vivirán para siempre a nuestro lado. Sobre todo recordemos: «Si me vas a recordar llorando no me recuerdes, pero si me recuerdas con alegría, recuérdame todos los días de tu vida». Los recordamos con cariño y nos hacen mucha falta. DALES, SEÑOR, EL DESCANSO ETERNO Y BRILLE PARA ELLOS LA LUZ PERPETUA. Nuestros seres queridos, familiares y amigos, por la misericordia de Dios descansen en paz. Así sea.

Con cariño. Feliz día Amén.

Oración de san Agustín por nuestros hermanos difuntos

«No lloréis si me amabais. ¡Si conocierais el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudierais oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos! ¡Si pudierais ver con vuestros ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudierais contemplar como yo la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!

Creedme: Cuando la muerte venga a romper vuestras ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban y, cuando un día que Dios ha fijado y conoce, vuestra alma venga a este Cielo en el que os ha precedido la mía, ese día volveréis a ver a aquel que os amaba y que siempre os ama, y encontraréis su corazón con todas sus ternuras purificadas.

Volveréis a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con vosotros por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás. Amén».

María, Madre de Dios, y Madre de misericordia, ruega por nosotros y por todos los que han muerto en el regazo del Señor. Amén.

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda pbro.