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20-jul.-2024, sábado de la 15.ª semana del Tiempo Ordinario

«no te olvides de los humildes, Señor»

Gracias te damos y te bendecimos por tu bondad y tu misericordia, al regalarnos un nuevo día para ser felices, para vivirlo y para servirlo en mis hermanos. Señor, Tú eres el siervo sabio y perfecto; infatigable servidor de nosotros, tus hermanos.

Infunde tu Santo Espíritu en nosotros para que guiemos a nuestros hermanos, los débiles y desconcertados, y con sencillez y humildad les mostremos tu poder sanador y tu justicia. Que vean que les ofrecemos tu cariñoso afecto y misericordia, tal como nos enseñaste tú. 

Al término de esta semana, mueve nuestros sentimientos hacia la generosidad, el servicio y la caridad, sobretodo en nuestras familias, en los enfermos y necesitados. Danos la esperanza de hacer nuestra la respuesta del salmo: “no te olvides de los humildes, Señor “. Nuestra indiferencia es la herida que se sigue abriendo y es necesario comenzar a curar. Tú, Señor, eres el único capaz de convertir tantos corazones que están en maldad para que volvamos a la verdadera paz la unidad y la armonía. Bendice nuestra patria.

Que nuestra Madre Santísima nos guíe y nos proteja e interceda por nosotros. 

Hoy sea un buen momento para elevar una oración en favor de nuestra Patria herida por la corrupción, la inseguridad y la falta de amor hacia ella. 

Un muy feliz y descansado fin de semana para todos y muchas bendiciones. 

PALABRAS DEL SANTO PADRE (evangeli.net)

El profeta Isaías proclama también la justicia del Siervo de Dios, que lleva a cabo su misión en el mundo con un estilo contrario al espíritu mundano: «No vociferará ni alzará el tono, y no hará oír en la calle su voz. Caña quebrada no partirá, y mecha mortecina no apagará» (42, 2-3). Es la actitud de mansedumbre ―es lo que Jesús nos enseña con su humildad, la mansedumbre―, la actitud de sencillez, respeto, moderación y ocultamiento, que se requiere aún hoy de los discípulos del Señor. Cuántos ―es triste decirlo―, cuántos discípulos del Señor alardean como discípulos del Señor. No es un buen discípulo el que alardea de ello. El buen discípulo es el humilde, el manso que hace el bien sin ser visto. En la acción misionera, la comunidad cristiana está llamada a salir al encuentro de los demás siempre proponiendo y no imponiendo, dando testimonio, compartiendo la vida concreta de la gente. (Ángelus, 12 de enero de 2020)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.