Llega el amanecer al inicio de una nueva semana que tu generosa y cariñosamente nos regalas. Gracias, Señor, porque en este día nos levantamos con fe y optimismo, con la confianza puesta en Ti, porque tenemos fe y esperanza que todo lo que podremos realizar será para gloria de tu Nombre y para el bien de nuestros hermanos.
Cuando hablas abiertamente contra los ricos no intentas condenarlos, sino liberarlos. Lo que Tú denuncias no es el hecho de que se tengan bienes materiales, sino el propio apego a ellos y el uso egoísta que hacen de sus riquezas para acumular y atesorar, para el disfrute y el placer egoísta.
El valor de las posesiones es relativo ante los bienes del Reino, que son la justicia y el amor. Nos enseñas que lo que cuenta realmente es ser rico y sabio ante El Padre celestial. Muchas veces buscamos seguridad y garantía en cosas que anhelamos poseer y acaparar. No permitas que las cosas nos posean y controlen. Cuando nuestras riquezas supongan pobreza para otros, cuando nuestra vida suponga dolor para otros, enséñanos la alegría del compartir y danos el valor de buscar primero las riquezas de tu reino. Permite que acumulemos riquezas en nuestro corazón para que al final seas Tú quien nos des los intereses de lo acumulado. Que nuestra mayor riqueza sean la fe, la esperanza y la caridad. En tus manos colocamos el inicio de nuestra semana esperando abundancia de bendiciones en palabras y acciones. Amén.
Un feliz lunes bien vivido en generosidad y disponibilidad.
PALABRA DEL PAPA
La conclusión de la parábola, formulada por el evangelista, es de una eficacia singular: «Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios» (v. 21). Es una advertencia que revela el horizonte hacia el que todos estamos llamados a mirar. Los bienes materiales son necesarios —¡son bienes!—, pero son un medio para vivir honestamente y compartir con los más necesitados. Hoy Jesús nos invita a considerar que las riquezas pueden encadenar el corazón y distraerlo del verdadero tesoro que está en el cielo. San Pablo nos lo recuerda también en la segunda lectura de hoy que dice: «Buscad las cosas de arriba... Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra» (Colosenses 3, 1-2). Esto ―se entiende― no significa alejarse de la realidad, sino buscar las cosas que tienen un verdadero valor: la justicia, la solidaridad, la acogida, la fraternidad, la paz, todo lo que constituye la verdadera dignidad del hombre. Se trata de tender hacia una vida vivida no en el estilo mundano, sino en el estilo evangélico: amar a Dios con todo nuestro ser, y amar al prójimo como Jesús lo amó, es decir, en el servicio y en el don de sí mismo. La codicia de bienes, el deseo de tener bienes, no satisface al corazón, al contrario, causa más hambre. La codicia es como esos caramelos buenos: tomas uno y dices: «¡Ah, qué bien!», y luego tomas el otro; y uno tira del otro. Así es la avaricia: nunca estás satisfecho. ¡Tened cuidado! El amor así comprendido y vivido es la fuente de la verdadera felicidad, mientras que la búsqueda ilimitada de bienes materiales y riquezas es a menudo fuente de inquietud, de adversidad, de prevaricaciones, de guerra. Tantas guerras comienzan con la codicia.
Que la Virgen María nos ayude a no dejarnos fascinar por las seguridades que pasan, sino a ser cada día testigos creíbles de los valores eternos del Evangelio. (Papa Francisco, Ángelus, 4 de agosto de 2019)
ORACIÓN
Señor, hoy tu Palabra me recuerda que no valgo por lo que tengo, sino por lo que soy ante tus ojos. Enséñame a no guardar tesoros en la tierra, donde todo pasa, sino a acumular riquezas en el cielo, donde todo permanece. Que mi vida esté llena de obras de amor, de gestos de caridad, y no de ansias por poseer. Amén.
Reflexión del Evangelio fue escrita por Paola Treviño, consagrada del Regnum Christi.
Hay que centrarnos en la última frase de estas palabras de Jesús: ‘aquello que vale ante Dios’. Muchas veces vamos acumulando cositas o quizá pasamos la vida trabajando para ser más ricos. Pero hoy Cristo nos invita a ser ricos de las cosas que realmente valen, lo que vale ante Dios, lo que tendrá valor en el Cielo.
Creo que está de más mencionar qué es lo que vale ante Dios, pero, por si acaso, hay algún despistado por ahí. ¿Qué es lo que vale ante Dios?: amor, servicio, respeto, justicia, bondad, amistad.
Quisiera invitarles a hacer el ejercicio de acumular bienes. Últimamente, hemos visto, ¿verdad? el boteo de los jóvenes o adolescentes que salen para pedir para su equipo de fútbol, para el Teletón, para todo tipo de actividades, ¿verdad? Se llama ir a botear, para pedir ayuda, ¿no? Pues yo les invito a que nosotros tengamos esa alcancía para el Cielo, que boteemos para el Cielo: todos los días un acto de amor, una monedita; todos los días un acto de servicio, otra monedita; todos los días una sonrisa, otra monedita; perdonar a alguien de corazón, monedita; tiempo de calidad con los míos, monedita; son tiempos duros para la economía, para la economía del Cielo.
Podríamos decir lo mismo para la economía celestial. Hay que trabajarle para salir adelante, hay que estirar el corazón y salir a botear para tener una alcancía llena que me abra las puertas del Cielo, que me alcance para llegar al Cielo. Hoy salgamos a botear. Echemos una monedita en la alcancía del Cielo.
Pregunta:
¿En qué aspectos de mi vida he puesto más confianza en las cosas materiales que en Dios?
Cita bíblica del día.
«No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre las destruyen, donde los ladrones perforan paredes y roban. Acumulen tesoros en el cielo, donde no roe la polilla ni destruye la herrumbre, donde los ladrones no abren brechas ni roban». (Mateo 6,19-20)