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21-dic.-2025, domingo de la 4.ª semana de Adviento

He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir «Dios-con-nosotros».

Alegre mañana en este nuevo despertar que nos regalas, Señor, para vivirlo en plenitud de alegría, de felicidad y actitud de esperanza, porque nos acercamos al momento en que revivimos tu presencia en medio de nosotros. Nuestro corazón se dispone a recibirte para que estés dentro de nosotros y vivir la plenitud de tu amor con el ejemplo que recibimos de Nuestra Madre Santísima. 

Una frase sencilla suya, un humilde “Sí”, cambió nuestras vidas. Con la canción popular preguntaremos: “¿Quién será la mujer…?”  Ella es María.  Su «Sí» al Padre, su «Heme aquí» dio a ella y a nosotros tu presencia. Esto hizo posible el «Aquí estoy, vengo para hacer tu voluntad» que Tú diste al Padre en con tu vida y con tu entrega en la cruz.  

El «Sí» de María, nos llama a nosotros hoy a dar nuestro «Sí» incondicional. Hoy te pedimos que podamos unirnos a Ti y a María con  nuestro «Sí». Nos acercamos a la Navidad y ya nos sentimos llenos de gozo. Que nuestra alegría no sea superficial, sino profunda, que proceda de decir siempre «Sí» al Padre celestial y a Ti, a tus planes, a tu amor, y también de darnos a nosotros mismos con amor a todos los que nos rodean.

Otórganos esa alegría y bendícenos en fe y esperanza, para que anhelemos tu venida y sea el inicio de una semana plena de alegría, de gozo y felicidad porque vienes a nosotros y permanecerás en nuestras vidas. Amén. 

Un muy esperanzador y expectante domingo. “Ven pronto, Señor”.

Palabra del Papa 

También san José tuvo la tentación de dejar a María, cuando descubrió que estaba embarazada; pero intervino el ángel del Señor que le reveló el diseño de Dios y su misión de padre putativo; y José, hombre justo, “tomó consigo a su esposa” y se convirtió en el padre de la familia de Nazaret. Toda familia necesita al padre. Hoy nos detenemos sobre el valor de este rol, y quisiera iniciar por algunas expresiones que se encuentran en el Libro de los Proverbios, palabras que un padre dirige al propio hijo y dice así: “Hijo mío, si tu corazón es sabio, también se alegrará mi corazón: mis entrañas se regocijarán, cuando tus labios hablen con rectitud”. No se podría expresar mejor el orgullo y la conmoción de un padre que reconoce haber transmitido al hijo lo que cuenta de verdad en la vida, o sea, un corazón sabio… Ahora, continúa el padre, cuando veo que tú tratas de ser así con tus hijos, y con todos, me conmuevo. Soy feliz de ser tu padre”. Y así, es lo que dice un padre sabio, un padre maduro.  (Audiencia S.S. Francisco, 4 de febrero de 2015).

Reflexión del Evangelio por Pbro. Ernesto María Caro

Hermanos, estamos en el último domingo de Adviento y el Evangelio nos presenta a un hombre silencioso, discreto, pero gigante en la fe: San José. Mateo nos lo describe con dos palabras que resumen toda su vida: justo y obediente. Y hoy, para cerrar el camino de Adviento que hemos venido haciendo este año, Jesús nos invita a mirar a José como el modelo de la fe que espera, que confía y que obedece, que es justo lo que necesitamos si queremos vivir una verdadera Navidad cristiana. 

Para prepararnos a esta fiesta, pero de manera especial para nuestro encuentro con el Señor, hemos hablado en los domingos anteriores de vigilar y de discernir. Ahora con José emprenderemos algo más: a esperar a que Dios muestre el camino. 

Es en esa escucha, donde Dios nos habla y nos muestra el camino. Esta escucha requiere un poco de silencio, no solo exterior, sino también interior, que permita que Dios nos hable del misterio que estamos celebrando. José escuchó a Dios y abrió su corazón y recibió a María Santísima. Esto dio paso a que la primera Navidad fuera el gozo no solo de la familia, sino de toda la humanidad. 

Y tú, ¿a quién tendrías que abrirle tu corazón para que esta Navidad fuera para ti y para los tuyos una maravillosa Navidad? Hermanos, que esta Navidad en nuestras casas no sea solo un recuerdo, ni una cena, ni un rito externo, sino el nacimiento de Cristo en el corazón que sabe esperar, que sabe escuchar y que se atreve a obedecer. Para terminar nuestra preparación al nacimiento de Cristo, pidamos la gracia de tener una fe como la de José, una fe silenciosa, una fe firme, humilde y valiente.

Recuerda, José creyó, esperó y obedeció. Y por eso Jesús pudo nacer en su casa. Que esta Navidad Él también pueda nacer en la nuestra.  

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.