Pasar al contenido principal

21-sep.-2023, jueves de la 24.ª semana del Tiempo Ordinario

«Misericordia quiero y no sacrificios; porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mt 9, 13)

Por un nuevo día que llega a nuestras vidas, te damos gracias porque son fruto de tu generosidad y misericordia. Hoy al iniciar nuestra jornada, lo hacemos con el conocimiento que tus caminos no son nuestros caminos, ni tus pensamientos nuestros pensamientos. Tú nos muestras hoy en tu apóstol y evangelista Mateo cómo avergüenzas a los petulantes e hipócritas y cómo llamas a los pecadores a la tarea de llevar tu Buena Noticia. Perdona nuestra soberbia, y danos la certeza de que podemos contar contigo y con tu amor porque somos débiles y pecadores. Que sepamos compartir tu mensaje y tu vida con nuestros hermanos teniendo en cuenta tu palabra de vida: «no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores».

Ayúdanos a ser afables y compasivos sin condenar a nadie, ya que tú has sido bondadoso con nosotros. Y no permitas que nos jactemos de nuestros logros y éxitos, ya que todo lo que somos y hacemos lo debemos a tu gracia y a tu llamado, para ser verdaderos discípulos y servidores; nos has recordado hoy: «Lo que deseo es misericordia, no sacrificios. He venido a llamar no a los justos, sino a los pecadores».  Que tus palabras cambien nuestra actitud hacia nuestros hermanos, también hacia nosotros mismos, haznos apacibles y comprensivos para con todos. Hoy nos quedan algunos interrogantes: ¿somos capaces de dar imagen de confianza a los que tienen mala fama? ¿te seguimos con la misma prontitud que lo hizo Mateo? ¿vamos sembrando esperanza a nuestro alrededor? ¿estamos dispuestos a dejar nuestras comodidades e intereses personales para seguirte inmediatamente? Ayúdanos, Señor, e inspira nuestra súplica: Señor, quiero que tú vengas a mi casa, me descubras como soy, que experimente tu misericordia y te pido que perdones nuestras culpas. Amén.

Un muy feliz jueves vocacional y esperanzador.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Mateo era un «publicano», es decir un recaudador de impuestos para el Imperio romano, y por esto, considerado un pecador público. Pero Jesús lo llama a seguirlo y a convertirse en su discípulo. Mateo acepta, y lo invita a cena en su casa junto a los discípulos. Entonces surge una discusión entre los fariseos y los discípulos de Jesús por el hecho de que ellos comparten la mesa con los publicanos y los pecadores: «¡Pero tú no puedes ir a la casa de estas personas!», decían ellos. Jesús, de hecho, no los aleja, más bien los frecuenta en sus casas y se sienta al lado de ellos; esto significa que también ellos pueden convertirse en sus discípulos. Y además es verdad que ser cristiano no nos hace impecables. Como el publicano Mateo, cada uno de nosotros se encomienda a la gracia del Señor, a pesar de los propios pecados. Llamando a Mateo, Jesús muestra a los pecadores que no mira su pasado, la condición social, las convenciones exteriores, sino que más bien les abre un futuro nuevo. Una vez escuché un dicho bonito: «No hay santo sin pasado y no hay pecador sin futuro». Esto es lo que hace Jesús. No hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro. Basta responder a la invitación con el corazón humilde y sincero. La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de discípulos en camino, que siguen al Señor porque se reconocen pecadores y necesitados de su perdón. (Audiencia general, 13 abril 2016)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.