Salimos de la noche e iniciamos un nuevo día, una nueva semana y prácticamente terminamos un mes. Momento para pensar en Ti, Señor, en tu gran bondad, en tu generosidad, por todo lo que recibimos y recibiremos de tus bondadosas manos. Tú nos ofreciste tu mano en amistad y viniste a caminar con nosotros enseñándonos el camino de la obediencia y la fidelidad. Pero, con frecuencia rompemos esa amistad y actuamos como si no fuéramos tus discípulos. Perdónanos, pues contamos confiadamente contigo. Acepta nuestra acción de gracias, ya que continúas aceptándonos como somos y nos amas a pesar de nuestras debilidades y pecados. Que nuestros corazones se hagan tan grandes como el tuyo para que nosotros también aprendamos a perdonarnos unos a otros y dejar de juzgar y condenar. Queremos acoger a nuestros hermanos tal como son y seguir ofreciendo nuestra amistad. No permitas que en esta semana que iniciamos tengamos actitudes negativas que nos hagan endurecer el corazón ni palabras que vayan a ofender y, por el contrario, danos generosidad de corazón para saber perdonar y saber reconciliar. QUE SEAMOS MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE CELESTIAL ES MISERICORDIOSO. Que sea una excelente semana para todos contamos con tu bendición y compañía, Señor. Guárdanos y protégenos.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
* «A mí Dios me ha dado su misericordia infinita, ¡y a través de ella contemplo y adoro las demás perfecciones divinas…! Entonces todas se me presentan radiantes de amor; incluso la justicia (y quizá ésta más aún que todas las demás) me parece revestida de amor» (santa Teresa de Lisieux).
* «Dios no puede simplemente ignorar toda la desobediencia de los hombres, todo el mal de la historia: no puede tratarlo como algo irrelevante e insignificante. Esta especie de “misericordia” y “perdón incondicional” sería una “gracia a bajo precio”. ‘Si somos infieles, Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo’ (cf. 2Tm 2,13)» (Benedicto XVI).
* «Este desbordamiento de misericordia no puede penetrar en nuestro corazón mientras no hayamos perdonado a los que nos han ofendido. El Amor, como el Cuerpo de Cristo, es indivisible; no podemos amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano, a la hermana a quien vemos (cf. 1Jn 4,20). Al negarse a perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace impermeable al amor misericordioso del Padre; en la confesión del propio pecado, el corazón se abre a su gracia» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2840)