Pasar al contenido principal

26-oct.-2025, domingo de la 30.ª semana del T. O.

Permite que hoy nuestra oración sea sencilla y sea como la del publicano en el templo

Señor, te damos gracias por este día que es dedicado a ti, por el amanecer con que saludamos tu presencia en nuestras vidas y por todos los dones y beneficios concedidos durante esta semana porque han sido fruto de tu amor, tu bondad y tu misericordia para con nosotros. 

Permite que hoy nuestra oración sea sencilla y sea como la del publicano en el templo. Oh, Padre amable y misericordioso, con las manos vacías nos presentamos ante ti. Perdónanos por las veces que presumimos por el bien que sólo con tu gracia pudimos hacer. Llena nuestra pobreza con tus dones, líbranos de despreciar a ninguno de nuestros hermanos y danos un corazón agradecido por todo lo que hemos recibido de ti. Nos ponemos ante Ti, tal como somos. Danos la capacidad de ser humildes y honestos con nosotros mismos, y así aprenderemos a vivir sin pretensiones ante Ti y ante la gente que nos rodea. Tal actitud nos acercará más a tu amor y al cumplimiento de tu voluntad. Que nuestra mirada no sea altiva como la del fariseo, sino como la del pecador, que recurra a tu misericordia y tu perdón. Danos la sencillez de Nuestra Santísima Madre y permite que miremos con los ojos del corazón y hagamos el bien como Tú lo hiciste. Amén. 

Un muy feliz y santo domingo compartido en comunidad, especialmente con nuestras familias. NO OLVIDEMOS: «todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

ORACIÓN 

Señor, hoy tu Palabra me enseña que el verdadero valor no está en las obras que aparentan justicia, sino en la humildad de quien reconoce su miseria ante tu misericordia. Quiero aprender, como el publicano del Evangelio, a permanecer en silencio ante tu altar, sin justificarme, sin compararme, solo confiando en que tu amor me basta y tu perdón me restaura. Amén.

Reflexión del Evangelio escrita por Pbro. Ernesto María Caro

Continuamos leyendo el Evangelio de Lucas. En el pasaje que leemos hoy, vemos la arrogancia del fariseo que siente que por ser fariseo y cumplir con la ley, ya está salvado. Y la verdad es que, como claramente lo advierte Jesús, no es así, ya que él solo cumple con la parte ritual, pero la parte moral no la toca ni con un dedo.

Por su parte, el publicano, que seguramente a diferencia del fariseo, llevó una vida recta y conforme a la ley, pero que no puede cumplir con la parte litúrgica, quizás por ser pastor o recaudador de impuestos y solo espera de Dios su misericordia, pues sabe que Él conoce nuestros corazones. 

Pidamos al Señor un corazón humilde y arrepentido y acerquémonos al sacramento de la Reconciliación, sabiendo que ahí encontraremos al Dios de la misericordia. Y recuerda, Jesús no nos pide que hagamos lo que no podemos, pero que le pidamos su poder para que, haciendo lo que sí podemos, podamos hacer incluso lo que no podemos.    

Pregunta:

¿Cómo puedo aprender a rezar con la humildad del publicano, reconociendo mis debilidades sin desesperar?

Cita bíblica del día.

«Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes». (Santiago 4,6)

Pensamientos para el Evangelio de hoy (evangeli.net)

* «No tengamos en modo alguno la presunción de que vivimos rectamente y sin pecado. Lo que atestigua a favor de nuestra vida es el reconocimiento de nuestras culpas» (san Agustín).

* «No es suficiente preguntarnos cuánto rezamos, debemos preguntarnos también cómo rezamos. Pregunto: ¿se puede rezar con arrogancia? No. ¿Se puede rezar con hipocresía? No. Solamente debemos orar poniéndonos ante Dios, así como somos» (Francisco).

* «‘La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes’ (san Juan Damasceno). ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde ‘lo más profundo’ (Sal 130,14) de un corazón humilde y contrito? (…). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un “mendigo de Dios” (san Agustín)» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2559)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.