Último día de nuestra semana laboral y de nuestro segundo mes del año, momento para darte gracias, Señor, por todo lo vivido, lo compartido y lo repartido.
Has sido nuestro compañero de viaje en estos 28 días que nos has regalado y hemos vivido momentos de alegría, de satisfacción por el deber cumplido y momentos que —aunque han sido difíciles— nos han ayudado a crecer espiritualmente y a creer muchísimo más en ti. Son más los frutos que vamos cosechando y que nos dan la verdadera felicidad. Esta misma felicidad comienza a vivir en nosotros un sentido de verdadera amistad.
El libro del Eclesiástico nos regala la oportunidad de meditar sobre la amistad. Es una especie de tratado que nos habla de la auténtica amistad y sus características. No es amigo solo el que te saluda, sino el confidente y afirma que hay “uno entre mil”. Por eso, nos recomienda que no nos fiemos enseguida de los que se acercan a nosotros. Nos dice a quiénes no podemos considerar como amigos: los que solo son amigos de un momento y no duran en tiempo de peligro; los que “te afrentan descubriendo tus riñas a los demás”; los que no aparecen a la hora de la desgracia y solo están contigo cuando te va bien. No es extraño el elogio que hace de la amistad: El que logra un amigo fiel encuentra un tesoro. Por eso, este amigo no tiene precio ni se puede pagar su valor.
Esto significa que hoy tengo que darte gracias por la verdadera e incondicional amistad y por lo que encontraremos en el amigo o la amiga que están en todos los momentos de nuestras vidas; momentos difíciles en los que hemos recibido un abrazo, momentos de felicidad compartida. Gracias, Señor, por mi amigo o mi amiga incondicional. Tenemos que recordar que esta verdadera amistad muchas veces es como el matrimonio: nos sobrellevamos, nos comprendemos y nos amamos.
Hoy nos ayudas a comprender lo que es un matrimonio ideal: la unión de un hombre y una mujer es para siempre. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. Moisés permitió la separación “por vuestra terquedad”, pero al principio no fue así: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre».
Una buena manera de entender la amistad:
La amistad es un don de Dios, es la capacidad de verse reflejado en el alma de otro ser humano, con quien consigo una afinidad e intimidad que me permite crecer siendo yo mismo, sin temor a ser rechazado o despreciado.
ORACIÓN
Señor Jesús, que llevaste tu amor y amistad por nosotros hasta el grado de dar la vida en la cruz para que obtuviéramos una vida plena al lado de tu Padre bueno, haz que seamos agradecidos contigo por todos los bienes que nos has dado a lo largo de nuestra vida, para que, a imagen tuya, seamos amigos auténticos hasta el grado de dar la vida por quienes nos rodean. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Un muy feliz, amoroso y amistoso viernes.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
La confianza de Dios en el hombre y en la mujer, a quienes confía la tierra, es generosa, directa y plena. Se fía de ellos. Pero he aquí que el maligno introduce en su mente la sospecha, la incredulidad, la desconfianza. Y al final llega la desobediencia al mandamiento que los protegía. Caen en ese delirio de omnipotencia que contamina todo y destruye la armonía. También nosotros lo percibimos dentro de nosotros muchas veces, todos. El pecado genera desconfianza y división entre el hombre y la mujer. (…) La desvalorización social de la alianza estable y generativa del hombre y la mujer es ciertamente una pérdida para todos. ¡Tenemos que volver a dar el honor debido al matrimonio y a la familia! La Biblia dice algo hermoso: el hombre encuentra a la mujer, se encuentran, y el hombre debe dejar algo para encontrarla plenamente. Por ello el hombre dejará a su padre y a su madre para ir con ella. ¡Es hermoso! Esto significa comenzar un nuevo camino. El hombre es todo para la mujer y la mujer es toda para el hombre. (Audiencia general, 22 de abril de 2015)