Bendecido amanecer nos regalas en este día para darte gracias y honrarte en el amor de Nuestra Madre. Gracias te damos, Señor, al recordar a san Juan María Vianney, patrono de los sacerdotes. Tuvo que superar muchas dificultades para llegar a ser sacerdote; vivió santamente como párroco de Ars, con su predicación, la mortificación, la oración y la caridad. Gracias por su ejemplo de humildad y sencillez, porque el ejemplo de su vida nos ayuda a comprender que no son los grandes títulos los que nos hacen discípulos tuyos, sino la sabiduría que procede de ti e inspirada por el Espíritu Santo.
Hoy también en tu Palabra nos regalas grandes testimonios que se asemejan a tu vida de entrega: Jeremías, cuando de él se dice “Este hombre merece la muerte”; es un profeta enviado de Dios y es Dios quien habla por su boca. Juan Bautista es tu Precursor, tu anunciador y se convirtió en imitador tuyo. Tú enviaste a Jeremías y Juan a profetizar y fueron condenados a muerte. También el cura de Ars sufrió humillaciones por decir la verdad, que de alguna manera es una muerte. Todos ellos son profetas, anuncian las palabras de Dios, condenan las injusticias que acaecen a su alrededor y son juzgados por ello. Estos hombres entendieron bien que “la vida se acrecienta dándola”. Hemos de saber que todo el que sufre por la justicia, participa del Misterio de tu Pasión, porque “en cualquier lugar donde sufre un hermano, eres tú quien sufre”.
En este sábado, concédenos ser verdaderos discípulos de amor y de misericordia, de creer y de confiar. Te alabamos y bendecimos, te damos gracias y te glorificamos. Rosario de aurora y Eucaristía ofrecida por cada uno de ustedes, pidiendo a Nuestra Madre, salud para nuestros hermanos enfermos y ella “patrona de causas difíciles y desesperadas” nos conceda lo que con cariño colocamos en sus manos y al ofrecerte la Eucaristía, danos la gracia Señor, de ver realizados nuestros anhelos y esperanzas.
Un muy feliz y reparador fin de semana.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Detrás de estos personajes está Satanás, sembrador de odio en la mujer, sembrador de vanidad en la niña, sembrador de corrupción en el rey. Y el “hombre más grande nacido de mujer” terminó solo, en una celda oscura, por el capricho de una bailarina vanidosa, el odio de una mujer diabólica y la corrupción de un rey indeciso. Es un mártir, que dejó que su vida se apagara, se apagara, se apagara, para dar paso al Mesías. La vida sólo tiene valor en darla, en darla en amor, en verdad, en darla a los demás, en la vida cotidiana, en la familia. Darlo siempre. Si alguien toma la vida para sí, para custodiarla, como el rey en su corrupción o la dama con odio, o la muchacha, la muchacha, con su propia vanidad -un poco adolescente, inconsciente- la vida muere, la vida acaba marchita, es inútil. (Casa Santa Marta, 8 de febrero de 2019)