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4-ago.-2024, domingo de la 18.ª semana del Tiempo Ordinario

Abrir los ojos y contemplar un nuevo amanecer es tomar nuevas fuerzas para poder comprender la grandeza de tu amor y la generosidad de tu bondad.

Abrir los ojos y contemplar un nuevo amanecer es tomar nuevas fuerzas para poder comprender la grandeza de tu amor y la generosidad de tu bondad. Hoy podemos reflexionar sobre el verdadero alimento que da la vida. 

Hay muchas clases de pan. Quizá porque hay muchas clases de hambre. Muchos vivimos pensando y deseando tanto el pan de mañana que nos olvidamos de disfrutar el pan que tenemos ahora. 

Hoy nos podemos preguntar:  ¿Qué clase de hambres descubrimos? ¿En nuestra familia? ¿En nosotros mismos? ¿En Ti, Señor? ¿realmente encontramos el “pan de vida”? ¿O acaso somos como el pueblo de Israel, que vivimos inconformes y hambrientos de otras cosas menos de ti? Eres tú quien da sentido a nuestra vida y nos dices cómo podemos seguir creciendo como hermanos tuyos y nos pides también que aprendamos a darnos a los demás, para llegar a ser, por nuestra entrega, como comida y bebida los unos para los otros. Al terminar esta semana y comenzar nuevos proyectos, nuevos anhelos, nuevas ilusiones, ayúdanos a ser alimento verdadero de esperanza y de fe en el servicio a nuestros hermanos. “DANOS SIEMPRE DE TU PAN”. Que creamos y confiemos verdaderamente en ti. 

Feliz y armonioso Domingo.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

* «Descendió para mí del cielo aquel pan de Dios, que da vida a este mundo. Este es el pan de vida: y el que come la vida no puede morir. Pues ¿cómo puede morir quien se alimenta de la vida?» (san Ambrosio de Milán).

* «¡Qué gran dignidad se nos ha dado! El Hijo de Dios se nos entrega en el Santísimo Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre. ¡Cuán infinitamente grande es la liberalidad de Dios!» (san Juan Pablo II).

* «Cristo mismo se declara marcado con el sello de su Padre (cf. Jn 6, 27). El cristiano también está marcado con un sello (…). Este sello del Espíritu Santo marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 1296)

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.