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4-feb.-2024, domingo de la 5.ª semana del Tiempo Ordinario

Señor, quieres que (...) seamos nosotros los que asumamos tu misión de llevar consuelo y esperanza a nuestros hermanos, de ayudarnos y apoyarnos mutuamente.

Bello amanecer el que comenzamos a contemplar en este día, lleno de esperanza de fe y de caridad. Gracias por darnos la ocasión de poderlo vivir y compartir con las personas que amamos. Que hoy, al elevar nuestra oración, le podamos encontrar un sentido positivo a nuestras actividades cotidianas, ya que las frases de la primera lectura podrían haber sido dichas en un momento u otro de la vida por cualquiera de nosotros. Todos tenemos la experiencia de sentir que la vida no es más que lucha, esfuerzo, sufrimiento, angustia, cansancio. Y todo envuelto en el tiempo que nos arrastra sin dejarnos apenas para pensar ni disfrutar; muchas veces logramos superar una dificultad, para que otra aparezca en el horizonte. Esos son los vaivenes de nuestras vidas. Siempre tratamos de encontrar soluciones y muchas veces nos hemos equivocado, porque te dejamos de lado. Hoy es día de pensar y ponernos en tus manos ya que nos dijiste en una ocasión: «venid a mí los cansados y agobiados y yo os aliviaré».

Tú cogiste de la mano a la suegra de Simón y la curaste. Más tarde, fue una multitud de enfermos los que se agolparon a la puerta de la casa donde estabas hospedado. Todos esperaban ser curados. Todos vieron confirmadas sus esperanzas. Y el mal los abandonaba para siempre. La gente estaba desesperada pero por fin habían encontrado a alguien que los liberaba del mal. Tú mismo sabías que esa liberación del mal era y es parte fundamental de tu misión. Quieres llegar a todos y por eso dices a tus discípulos: «Vámonos a otra parte, que para eso he venido».  Ahora, Señor, quieres que en este tiempo seamos nosotros los que asumamos tu misión de llevar consuelo y esperanza a nuestros hermanos, de ayudarnos y apoyarnos mutuamente. Has puesto en nuestras manos la misión de llevar esperanza y vida a nuestros hermanos que viven agobiados por el dolor, la pobreza, la injusticia o la desesperanza Hoy tenemos que decir con Pablo: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!»

Es momento de pensar que eres tú mismo el que nos fortaleces y guías para que nos dejemos iluminar por el Espíritu Santo, salgamos de nuestros pesimismos y negativismos y, como la suegra de Pedro, nos levantemos a servir. Danos tu presencia y tu amor, para no sentir cansancio ni agobio y al contrario con cara de alegría y de felicidad anunciemos que tú eres el alivio para nuestras dolencias del cuerpo y del alma. Que los interrogantes inciertos los convirtamos en positivo: ¿Me siento enviado por Jesús a liberar a mis hermanos del dolor y el sufrimiento de todo tipo? ¿Soy capaz de acercarme a los que sufren sin miedo? ¿Qué hago para ayudarles a salir de esas situaciones de muerte? Nuestras respuestas sean: “Aquí estoy, Señor, envíame a mí. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.

Ánimo, sonríe que la vida es bella y está llena de cosas hermosas. Ya no temo señor la soledad o la oscuridad porque tú vas conmigo tu vara y tu cayado me sostienen. Un muy feliz y servicial domingo para todos.

PALABRAS DEL SANTO PADRE

El Evangelio de hoy (cf. Mc 1,29-39) presenta la sanación, por parte de Jesús, de la suegra de Pedro y después de otros muchos enfermos y sufrientes que se agolpaban junto a Él. La de la suegra de Pedro es la primera sanación física contada por Marcos: la mujer se encontraba en la cama con fiebre; la actitud y el gesto de Jesús con ella son emblemáticos: «Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó» (v. 31), señala el Evangelista. Hay mucha dulzura en este sencillo acto, que parece casi natural: «La fiebre la dejó y ella se puso a servirles» (ibid.). El poder sanador de Jesús no encuentra ninguna resistencia; y la persona sanada retoma su vida normal, pensando enseguida en los otros y no en sí misma, y esto es significativo, ¡es signo de verdadera salud! (…) Inclinarse para hacer que el otro se levante. No olvidemos que la única forma lícita de mirar a una persona de arriba hacia abajo es cuando tú le tiendes la mano para ayudarla a levantarse. La única. Y esta es la misión que Jesús ha encomendado a la Iglesia. El Hijo de Dios manifiesta su Señorío no “de arriba hacia abajo”, no a distancia, sino inclinándose, tendiendo la mano; manifiesta su Señorío en la cercanía, en la ternura y en la compasión. Cercanía, ternura, compasión son el estilo de Dios. (…) El Evangelio de hoy nos recuerda también que esta compasión tiene sus raíces en la íntima relación con el Padre. ¿Por qué? Antes del alba y después del anochecer, Jesús se apartaba y permanecía solo para rezar (v. 35). De allí sacaba la fuerza para cumplir su ministerio, predicando y sanando. (Ángelus, 7 de febrero de 2021)

Pensamientos para el Evangelio de hoy

* «Nuestro corazón está inquieto y no encuentra descanso hasta reposar en Él» (san Agustín).

* «El cristianismo comienza con la encarnación del Verbo. Aquí no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre. Dios busca al hombre movido por su corazón de Padre» (san Juan Pablo II).

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.