Alegre y bendecida mañana la que nos regalas, Señor; alegre por el don de la vida, de la familia, de la salud y el bienestar; bendecida por el don del trabajo, del amor y del servicio. En este día permítenos caminar por los caminos que nos quieras señalar, para cumplir tu voluntad y abrir los oídos del corazón para escuchar tus palabras: «Misericordia quiero y no sacrificio; que no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores». Que estas palabras cambien nuestra actitud hacia los otros y también hacia nosotros mismos, nos hagan comprensivos y afables para con todos, ayúdanos a ser bondadosos y compasivos sin condenar a nadie, porque tú has sido misericordioso con nosotros. Y no permitas que nos jactemos de nuestros logros porque todo lo debemos a tu gracia y tu llamado de amor. Ayúdanos a reconocernos débiles y necesitados de tu misericordia, para que nos encuentres dispuestos a seguirte y acogerte en nuestros hogares, en nuestras actividades cotidianas, pero ante todo en nuestros corazones. Bendícenos abundantemente y danos tu generosidad y fraternidad para compartirla con nuestros hermanos. Amén.
Feliz y santificado viernes.
Palabra del Papa
En el desafío del amor, Dios se manifiesta con sorpresas. Pensemos en san Mateo. Era un buen comerciante. Además, traicionaba a su patria, porque les cobraba los impuestos a los judíos para pagárselo a los romanos. Estaba lleno de plata y cobraba los impuestos. Pasa Jesús, lo mira y le dice: ‘Ven y sígueme’. No lo podía creer. Si después tienen tiempo, vayan a ver el cuadro que Caravaggio pintó sobre esta escena. Jesús lo llama, le hace así, los que estaban con él dicen: ‘¿A éste, que es un traidor, un sinvergüenza?’ Y él se agarra a la plata, y no la quiere dejar. Pero la sorpresa de ser amado lo vence. Y sigue a Jesús. Esa mañana cuando Mateo fue al trabajo y se despidió de su mujer, nunca pensó que iba a volver sin el dinero y apurado para decirle a su mujer que preparara un banquete. El banquete para aquel que lo había amado primero, que lo había sorprendido con algo muy importante, más importante que toda la plata que tenía. Déjate sorprender por Dios, no le tengas miedo a las sorpresas. (Homilía de S.S. Francisco, 18 de enero de 2015).