Con una bendición especial, hoy nos regalas un nuevo día y queremos abrir nuestro corazón para darte gracias por el don de la salud, el bienestar y los deseos de amar. Hoy queremos compartir contigo una experiencia de servicio y generosidad, haciendo el bien a nuestros hermanos. Tú nos mostrarás lo que debemos ser y lo que podemos hacer con nuestros talentos humanos, si dejamos que obres en nosotros, si tu espíritu de Dios está presente en nosotros, si aprendemos a pensar con tu sabiduría y tu pensamiento, si actuamos con tu poder, si respetamos tus planes y los del Padre celestial.
Danos la fortaleza de tu Espíritu para que —con tu sabiduría y percepción— veamos claramente nuestra misión, para que tengamos la fuerza para vivir según creemos y esperamos. Qué gran lección nos regala hoy tu profeta Isaías para que nosotros tengamos ideales y ambiciones. Sin embargo, en ocasiones nos perdemos en otras ambiciones que nos dejan nublada la mente y vacío el corazón; ambición exagerada de muestras de afecto y consideración; ambición de protagonismo; ambición de posesión de la verdad; ambición de ser los primeros; ambición de quedar bien; ambiciones de tener…
Pero hoy nos dices que podemos entender con lenguaje sencillo lo que esperas: «bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis». Vemos con los ojos del corazón y contemplamos un nuevo amanecer lleno de dicha y placer, lleno de esperanza y felicidad. Gracias, Señor, por revelarnos tu verdad y tu palabra, ayúdanos a mantenernos humildes y sencillos para seguir viviendo y entendiendo tu palabra, para comprender con los oídos y los ojos del corazón lo que quieres de nosotros. En este día la promesa de Isaías sea para nosotros verdadera armonía y fraternidad, viviendo el amor, la reconciliación y la solidaridad. Hoy vivamos en gozo y alegría, iluminados por tu Espíritu Santo. Bendícenos, guárdanos y protégenos en tu amor. Seguimos tu ejemplo: “pasaste haciendo el bien y llevando esperanza”. Amén.
Feliz y santificado martes de servicio, solidaridad y fraternidad.