En la verdadera felicidad, que sentimos por esta mañana tan hermosa que comenzamos a contemplar, te bendecimos y te damos gracias y pedimos tu santa bendición para iniciar nuestras labores con mucho ánimo y alegría. Tú sabes cómo sentimos hambre y sed de verdad, de amor y de aceptación.
Hoy queremos marchar contigo, llevarte en nuestro corazón y mostrarte a nuestros hermanos con actitudes de alegría, siguiendo tu ejemplo de preocuparnos por dar ánimo al desanimado, tender la mano al caído y acompañar al que se siente en soledad. Los prisioneros quieren quedar libres, los ciegos quieren ver, los hambrientos quieren pan. Pero también, así mismo, todos tenemos hambre de consuelo, amistad, perdón, entendimiento, aceptación, justicia, amor.
Sabemos que tú colmarás estos deseos ahora que te esperamos. Tú mismo nos darás el alimento y nos saciarás de fe esperanza y caridad. Y nosotros como verdaderos discípulos tenemos también que satisfacer el hambre de nuestros hermanos.
Si nosotros te aceptamos y creemos en ti, vemos cómo nuestra más profunda confianza y nuestras aspiraciones son colmadas por ti cuando trabajamos por la venida de tu reino.
Haz que la copa que tú nos ofreces rebose y se desborde para que todos te alabemos y te glorifiquemos y te esperemos “aquel día en que nos saciarás de manjares exquisitos de esperanza, vinos de caridad y ante todo porque los podremos compartir con todos”.
Gracias, Señor, porque sabemos que eres Nuestro Pastor y nada nos faltará; y, aunque caminemos por sendas oscuras, nada temeremos porque tú vas a nuestro lado y nos conducirás hacia fuentes tranquilas.
Hoy estemos dispuestos a dar y repartir el pan de la esperanza y los peces de la fraternidad. Feliz y fructífero miércoles santificado en el amor de Dios.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
* «Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz» (san Gregorio de Nisa).
* «La Misericordia es el segundo nombre del Amor» (Francisco).
* «La compasión de Cristo (…) hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: ‘Estuve enfermo y me visitasteis’ (Mt 25,36). Su amor de predilección para con los enfermos no ha cesado, a lo largo de los siglos, de suscitar la atención muy particular de los cristianos hacia todos los que sufren en su cuerpo y en su alma. Esta atención dio origen a infatigables esfuerzos por aliviar a los que sufren» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1503)